Reseña manga: ‘Dragon Quest: Emblem of Roto’ #11

¡Comienza el asalto al castillo de Imajin mientras nos acercamos, cada vez más, a la conclusión final del manga!

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¡Lo prometido es deuda! En mi anterior reseña de Dragon Quest: Emblem of Roto os dije que no tardaría demasiado en continuar con el siguiente volumen, así que aquí estamos. Recordemos, pues, que nuestros héroes acaban de obtener la Espada de Reyes y han derrotado a Gorgona, el rey del averno. Superada tal eventualidad, nos adentramos en el asalto al castillo de Imajin y todo lo que eso conlleva. ¡Vamos con Dragon Quest: Emblem of Roto #11!

Pero vayamos por partes. Empecemos, como siempre, hablando de la edición de Planeta Cómic. En formato 14,8 x 21 centímetros, el manga vuelve a ofrecer una presentación rústica sin solapas, pero con sobrecubierta. Integrado por 272 en blanco y negro, dispone de algunas a color, aunque son una minoría. Repite en la traducción, quien ya hizo un gran trabajo en la décima entrega. Es más, ahora os podemos confirmar que forma parte del equipo de traducción de Daruma. Sea como fuere, la editorial nos ha vuelto a ofrecer un producto de calidad notable en donde el material de impresión, la organización de las viñetas y la maquetación son muy notables.

Aviso: esta reseña contiene pequeños spoilers.

Dragon Quest: Emblem of Roto #11

Dragon Quest: Emblem of Roto #11
Dragon Quest: Emblem of Roto 11

Sinopsis

El Rey Infernal Gorgona ha vuelto para encontrar el Orbe Oscuro y así reunir el espíritu de Imajin con su antiguo cuerpo inmortal. Nuestros amigos solo podrán hacerle frente gracias a la Espada de Reyes y la inesperada intervención de un viejo conocido de Arus …

Preludio al asalto

Dragon Quest: Emblem of Roto 11

Entiendo que Kamui Fujiwara piensa que somos estúpidos, pues de otra forma no habría emitido un concepto del amor y la atracción tan… especulativo. Bien es eso, o bien no sabe como orquestar líneas narrativas centradas en el romance. Recordemos, pues, que la princesa mostraba un gran rechazo a la idea de casarse con Izuna, su prometido. Es más, sus palabras y acciones revelaban un creciente interés amoroso en Arus, el héroe protagonista. Por azares del destino, Izuna muestra parte de su «hombría» y… Listo. Arus se marcha, la princesa acepta casarse con él con pseudodesprecio de por medio y revela que, en realidad, lo que sentía por el heredero de Roto era admiración.

Se cumplió mi pronóstico: se ha convertido en un premio al mejor postor. En este caso, Izuna, ya que Arus no ha demostrado —en ningún momento— preocuparse por una posible pareja. Dejando a un lado lo mal que se ha manejado Kamui con todo este tema, proseguimos nuestra aventura. Por suerte, son pocas páginas, pues el principal interés del autor es orquestar el asalto al castillo de Imajin. A través de una inventiva muy divertida y explorando los poderes del grupo de manera muy acertada, logra recrear una atmósfera muy llamativa. No diré cómo, pero el asalto fructífera con relativa facilidad y nos regala un pequeño momento de distensión muy agradecido.

Llegado el momento, los héroes se dejan de medias tintas y, previo hechizo de Poron, se lanzan al ataque. La secuencia de acción es rápida y vertiginosa: no se anda por las ramas. Entretanto, Jagan —el rey demonio con sangre de Roto— revela que, en su interior, lo único que quiere es venganza: desea humillar a Imajin. Para ello considera que debe hacerse con el Orbe Oscuro, su más preciado deseo.

Más Dragon Quest que nunca

Dragon Quest: Emblem of Roto 11
Dragon Quest: Emblem of Roto 11

Llegados a este punto, Emblem of Roto es más Dragon Quest que nunca. Al igual que suele suceder en los videojuegos, los elegidos de la luz se enfrentan al desafío final bien pertrechados. Dispuestos a alcanzar la victoria, tienen todo dispuesto en su favor, pero un contratiempo puntual —del cual todavía no sabemos sus consecuencias— lo complica todo. Las cosas no le salen a Jagan como espera y, sin deciros cómo ni porqué, la situación se descontrola. Tirando nuevamente de inventiva, Arus y los suyos se cuelan en el interior del castillo tras superar no pocas dificultades.

Allí, con pequeñas cuotas de acción muy bien medidas, se revela el origen de Imajin. Han pasado 12.000 años, pero sus protagonistas siguen muy vivos. Gorgona era uno de ellos, pero su hermano (el sacerdote) también. Al parecer ellos fueron los culpables, de una u otra forma, de todo. En cualquier caso, no os diré porqué, pero es bastante interesante. De la misma forma, estoy intrigado con los actos de Draconarius, quien ha desvelado no ser un simple siervo. Orgulloso como él solo, demuestra inquietud antes los gestos y palabras de su señor Imajin. Es un lacayo, cierto, pero valora a los suyos. La estima y el aprecio no deben ser ignorados.

La verdad es que se nota que estamos en la secuencia final del manga, ya que la línea narrativa es mucho más clara que antes; el estilo de Kamui está más asentado al universo de Dragon Quest. Se nota en el dibujo y el guion, quienes por fin han alcanzado un grado de comunión cuasi total. Sin dejar de ser un shōnen convencional que no escapa de las características inherentes del género y la época, tiene valor propio y personalidad.

Dragon Quest: Emblem of Roto 11: conclusiones

Dragon Quest: Emblem of Roto 11

Me gusta el rumbo que está tomando Dragon Quest: Emblem of Roto. Ha evolucionado positivamente respecto a tomos anteriores. La narrativa es más estable; sin llegar a ser una revolución, cumple con lo esperado. Entretenida, tiene errores flagrantes —como su concepto de amor y romance—, pero cumple como manga de acción y aventura. Aparte, los personajes no se han desarrollado demasiado, aunque eso es algo bastante común dentro de la franquicia. Sigue siendo una obra que recomendaría, sobre todo, a quienes digan ser ganes de Dragon Quest en líneas generales. En cualquier caso, sigue siendo una adaptación llamativa en su tentativa de tebeo de acción ligero.

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