En un mundo como es el de los superhéroes y los supervillanos, está claro que la imaginación es la única barrera que puede existir para crear personajes de todo tipo. Algunos vienen cortados por el patrón clásico, pareciéndose mucho entre ellos (si es que no son plagios directamente, de lo que podremos hablar en otra ocasión porque ha ocurrido innumerablemente en la historia de los cómics del género). Otros son simplemente más extravagantes, a veces hasta llegar a lo ridículo. Y después llegan los inclasificables, como Snowflame, un villano casi desconocido de la etapa ochentera (como no podía ser de otra forma) de DC cuyo poder estaba relacionado con el consumo masivo de cocaína. ¡AY, LOS OCHENTA!
Los Nuevos Guardianes
Los Nuevos Guardianes reunidosNo vamos a centrarnos en esta entrada únicamente en Snowflame, aunque la verdad es que por sí solo da para hablar largo y tendido a pesar de su efímera aparición. El villano de costumbres sanas aparecía en los Nuevos Guardianes, una serie mensual de finales de los ochenta que duró tan solo 12 números. La protagonizaban un grupo de elegidos de entre varias naciones seleccionados por un Guardián del Universo para experimentar sobre la evolución humana, trama que empezó en una saga anterior, Millenium.
La selección de héroes ya era de lo más variopinta para la época. Llama la atención Extraño, un mago peruano y uno de los primeros personajes homosexuales en el mundo del tebeo americano. La cosa no quedaba ahí, porque en las tiras se revelaba sin caérsele los anillos que era seropositivo (recordar que los 80 fue cuando el virus apareció y golpeó con más fuerza), circunstancia causada por la mordida de un vampiro llamado Hemo-Goblin. Mejor imposible. Otro miembro del grupo era Jet, una jamaicana que podía manipular campos electromagnéticos y también resultó infectada por el VIH al ser mordida por el mismo vampiro. También contaban con Fuerza Cósmica, una joven aborigen australiana, y con Thomas Kalmaku, un japonés capaz de interactuar con la electrónica (cómo no) y que conseguía sacar lo mejor de las personas. Sí, ese era también un superpoder.
No cabe duda de que la idea de DC era buena, con un equipo multicultural y que trataba de conseguir una representación social más diversificada. Por desgracia, las normas de la época hicieron que esas intenciones tuvieran que ser retorcidas hasta poder amoldarse a lo que podía ser publicado. Así, el intento de incluir seriamente un personaje gay se vio reducido a una serie de clichés, como no admitirlo abiertamente o que contrajera VIH, por muy culpa de un vampiro que fuera.
Snowflame
Los autores siguieron buscando hueco para tratar temas actuales entonces y que fueran más controvertidos de llevar a las viñetas en esa década, como ya se han visto la sexualidad, el SIDA… Y también las drogas. Por supuesto, el estupefaciente que define a los ochenta es la cocaína, y por supuesto también, tenía que relacionarse de alguna manera con algún villano. La primera aparición fue en el número 2 de Nuevos Guardianes, titulado La Jungla de Nieve, en el que Snowflame se daba a conocer como un capo de la droga colombiana. Los nombres no dejan mucho lugar a la imaginación.
Lo loco del asunto es que, a pesar de ser un villano que simplemente trafique con droga, realmente obtiene sus poderes consumiéndola. Cuando se mete para el cuerpo algo del polvo blanco, exuda un aura constante de fuego e ira, aumenta sus características físicas hasta el extremo, y es inmune al dolor. A priori, cualquiera diría entonces que la cocaína es, de hecho, buena… Obviamente, cuando los guardianes se topan con él y le invitan a dejar la coca, Snowflame se ríe y responde:
¿Dejarla? ¿Renunciar a la euforia final, al éxtasis divino, a la euforia de electricidad que ahora surge a través de cada molécula de mi cuerpo?
El cómo acaba esta historia loquérrima, no vamos a destriparlo aquí. Si tenéis curiosidad por el final de este villano fan de Scarface, os invitamos a leer por vosotros mismos el número.