‘Rifkin’s Festival’, review sin spoilers

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Lo nuevo de Woody Allen sí ha logrado sortear la pandemia, llegando a las salas de nuestro país el pasado 2 de octubre. Nosotros ya hemos tenido ocasión de ver Rifkin’s Festival y en esta entrada os contamos qué nos ha parecido.

Rifkin’s Festival, Allen y su amor por el cine europeo

La pasión por el intelecto es algo que se despierta en ciertos individuos. Encuentran estimulante (y sugerente) cualquier acción que implique una representación de la inteligencia humana, algo que suele ir acompañado de signos que derrochan creatividad y originalidad. La virtud de la sabiduría.

Probablemente no había mejor manera de inaugurar el festival de cine de San Sebastián que con una cinta cuya trama transcurra enteramente en él -no hay mejor propaganda-. Así es como Rifkin’s Festival (Woody Allen, 2020) nos propone viajar a Donostia para asistir a una edición del SSIFF en que un viejo profesor de cine acompaña a su mujer publicista durante su campaña de presentación de películas en el evento.

Una excusa que Allen aprovecha para profesar su amor por el cine europeo, citando en todo momento algunos de los directores que más lo han marcado en su filmografía como Fellini, Bergman, Truffaut o Godard. A través de su tan singular como habitual protagonista, el cineasta hilvana un film que vuelve a hacer de la dialéctica su principal baluarte.

Rifkin's Festival

El Woody Allen de los últimos años

Rifkin’s Festival tiene un cierto aroma familiar. No sin razón, se aprecia un esquema similar al de los últimos trabajos firmados por el realizador neoyorquino. Nuestro protagonista es, en esencia, un hombre que se debate entre su existencialismo más banal y la intelectualidad más impostada. Un tipo en crisis con problemas similares a los que suele toparse el protagonista típico del Allen más contemporáneo; Chalamet en Día de lluvia en Nueva York (2019), Eisenberg en Café Society (2016) o Phoenix en Irrational Man (2015).

Por tanto, estamos frente a una obra que vive de las reminiscencias de un cineasta que parece estancado -algo normal dados los 84 años con los que carga-. Los líos de faldas, un tema recurrente en su filmogafía, vuelven aquí para acompañar las inquietudes artísticas que atormentan al personaje principal. Algo que no le resta disfrute a la cinta, pero sí que se antoja como una señal de alarma dado el constante dèja vu que parecemos estar viviendo año tras año en lo que a Allen se refiere.

Del lado interpretativo, luces y sombras. El buen hacer de Wallace Shawn o Gina Gershon contrasta con la disfuncionalidad de algunos de sus compañeros de reparto, como la propia Elena Anaya; demasiado sobreactuada en algunas ocasiones. Cierran algunos rostros conocidos como el de Sergi López o el casi anecdótico, pero no por ello menos acertado, Christoph Waltz.

Veredicto

No podría decirse que Rifkin’s Festival es una mala película; no sería cierto. Pero sí se puede concluir que es un producto algo tibio dentro de la filmografía de Woody Allen. Si esperáis ver una película que se asemeje a sus anteriores trabajos, Rifkin’s Festival os dará lo que buscáis: un ejercicio más de elegante e intelectual dialéctica. Sin embargo, esa virtud también podría jugar en su contra, pues sería el signo más evidente de que Allen lleva años estancado -cosa que, personalmente, no me disgusta-.

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