
Han pasado casi dos décadas desde que Commandos nos enseñó que la guerra no siempre se gana con explosiones, sino con paciencia, astucia y un buen plan. Origins, la precuela desarrollada por Claymore Game Studios lanzada el pasado 9 de abril de 2025, llega con la promesa de revivir esa magia táctica que convirtió a la saga en un referente del sigilo en tiempo real. Os lo contamos en nuestro análisis de Commandos: Origins.
Pero, ¿puede un juego anclado en la nostalgia competir en un género que ha evolucionado tanto? Tras sumergirme en sus trincheras digitales, mi veredicto es claro: Origins es un regreso sólido, aunque no exento de tropiezos, que honra su legado mientras intenta, con éxito dispar, modernizarse.
El juego nos traslada a los orígenes de la unidad de élite aliada durante la Segunda Guerra Mundial, presentándonos a los seis comandos icónicos —desde el versátil Boina Verde hasta el sigiloso Espía— en misiones que abarcan desde el gélido Ártico hasta los desiertos africanos. La premisa no reinventa la rueda: infiltrarse, sabotear, escapar. Sin embargo, la ejecución sigue siendo el corazón de la experiencia.
Análisis de Commandos: Origins
Cada misión es un rompecabezas letal donde un paso en falso puede convertir tu plan maestro en un caos de alarmas y balas. La sensación de alivio al neutralizar a un guardia justo antes de que gire la cabeza o al coordinar un ataque simultáneo con el nuevo Command Mode —que pausa el juego para asignar órdenes sincronizadas— es tan gratificante como lo era en los noventa.
Es como si Claymore hubiera destilado el ADN de Commandos 2: Men of Courage y lo hubiera pulido con herramientas modernas, cortesía de Unreal Engine 5, dotando a los mapas de un nivel de detalle visual que los originales solo podían soñar.
Las novedades, sin embargo, son un arma de doble filo. Por un lado, Origins simplifica mecánicas para hacerlo más accesible: adiós a la gestión compleja de inventarios o al uso de armas enemigas. Como es una precuela, se han eliminado aspectos que vimos en Commandos 3.


Esto refuerza el enfoque en el sigilo puro, obligándote a depender de las habilidades únicas de cada comando, como las trampas del Zapador o las distracciones del Espía. En mi primera misión, pasé varios minutos planeando cómo cruzar un río y mientras despejaba la zona con el francotirador desde una torre.
Todo ello solo para darme cuenta de que un simple error de timing podía arruinarlo todo. Esa tensión es puro Commandos. Por otro lado, esta simplificación puede decepcionar a los veteranos que esperaban más profundidad.
La IA enemiga, aunque funcional, a veces peca de predecible —guardias que ignoran un cuerpo tras una breve alerta o que no reaccionan a ruidos sospechosos—, lo que resta inmersión en un juego donde el realismo táctico es clave.
Aroma a clásico


Comparado con títulos modernos como Shadow Tactics o Desperados III, que han elevado el listón del género, Origins se siente un poco anclado en el pasado. El apartado técnico es otro punto de debate. Los entornos, con su perspectiva isométrica y rotación libre, son un espectáculo, desde puertos nevados hasta fortalezas desérticas.
Pero el lanzamiento no estuvo exento de problemas: bugs como animaciones que se quedan atascadas o guardados rápidos fallidos han hecho que la experiencia inicial se sienta un poco errática. El parche 1.1 ha corregido mucho.
Sin embargo, aún queda trabajo por hacer, especialmente en consolas, donde los controles con mando son imprecisos y pueden frustrar incluso a los más pacientes. En PC, con teclado y ratón, la experiencia es mucho más fluida, recordándonos que Commandos siempre fue un juego pensado para la precisión quirúrgica.


Una de las sorpresas más gratas es el modo cooperativo, tanto online como en pantalla dividida. Coordinar con un amigo para que uno distraiga mientras el otro elimina es una delicia caótica que añade rejugabilidad.
Sin embargo, las 14 misiones, aunque variadas, pueden sentirse lineales en comparación con los mapas más abiertos de los clásicos. Donde Commandos 2 ofrecía múltiples formas de abordar un objetivo, Origins a veces te guía por un camino más definido, lo que puede limitar la creatividad táctica que definía la serie.
La fuerza un RTS de la vieja escuela
Como fan de la saga original, jugar Origins fue como reencontrarme con un viejo amigo: familiar, reconfortante, pero con algunos achaques propios de la edad. Es un título que no busca revolucionar, sino celebrar lo que hizo grande a Commandos: la satisfacción de superar lo imposible con ingenio.


Sin embargo, en un panorama donde el género del sigilo táctico ha madurado, Origins podría haber arriesgado más, ya sea con una IA más dinámica o mecánicas que no temieran salir de la zona de confort. A pesar de sus fallos, cada misión completada me dejó con una sonrisa de triunfo y ganas de planear la siguiente.
Para los nostálgicos, es un regreso que vale la pena; para los nuevos, una puerta de entrada a un estilo de juego que sigue siendo único. Claymore ha plantado la bandera, pero el verdadero desafío será evolucionar en futuras entregas. Por ahora, Commandos: Origins nos recuerda que, en la guerra del sigilo, la paciencia sigue siendo el arma más letal.


- El sigilo táctico sigue siendo adictivo y desafiante.
- Los entornos en Unreal Engine 5 son visualmente impresionantes.
- El Command Mode facilita coordinar acciones complejas.
- El cooperativo añade diversión y rejugabilidad.
- Honra el legado de la saga con misiones que evocan los clásicos.

- La IA enemiga es predecible y resta inmersión.
- Los controles en consolas son imprecisos y frustrantes.
- Algunos bugs, como guardados fallidos, empañan la experiencia.
Hemos podido realizar el análisis de Commandos: Origins tras recibir una clave gratuita de GamePress.