
Tras acoger la premiere mundial de Handia en 2017, San Sebastián acoge ahora la nueva cinta de Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Goenaga. Desde la sección oficial analizamos La trinchera infinita, un drama emplazado en plena guerra civil española.
La trinchera infinita; miedo como pretexto
Se habla, cuando se debate sobre la guerra civil, de los que cayeron en la batalla. De las atrocidades de ambos bandos y de las muertes que se llevaron por delante. No obstante, hay un tercer grupo -el mayoritario- escondido en la sombra. Los que fueran coetáneos a Franco vivieron por muchos años atormentados, agarrotados por el miedo a ser perseguidos y asesinados. En aquellos tiempos esconderse no era una opción, era un deber.
Este año San Sebastián ha incluido dos cintas muy potentes de nuestro cine en sección oficial: Mientras dure la guerra y La trinchera infinita. Tras analizar lo último de Amenábar, hoy es el turno de reseñar el trabajo de Aitor Arregi, Jon Garañón y Jose Goenaga, un drama interesante con Antonio De la Torre y Belén Cuesta.
Los directores de Handía (2017) vuelven ahora con una cinta igual de potente en lo que a diseño de producción se refiere pero con un relato mucho más comedido y crudo. Y es que La trinchera infinita (Arregi, Garañón & Goenaga, 2019) es una historia de supervivientes, de aquellos que lidiaron con el miedo que regía sus pasos.
De más a menos
Quizá el mayor problema de La trinchera infinita, todo y ser una cinta notable, es su segunda parte. Y es que el film tiene un arranque fantástico y una primera hora absolutamente impecable, algo que se va diluyendo a lo largo de sus (abultados) 141 minutos de metraje. De hecho, esa duración excesiva hace que la historia se alargue en los años -algo entendible y buscado- provocando que los protagonistas se vuelvan una caricatura de aquello que realmente querían representar.
Sin embargo, nada de eso supone una tara demasiado grande, pues la narrativa propone un pulso dramático al espectador que funciona a las mil maravillas. La carga emocional nunca se siente demasiado forzada, pero sí lo suficientemente acertada como para llegar a trascender.
Una decisión así requiere de unos intérpretes que den el máximo para que lo que se muestre tenga cierta veracidad y rigor. Algo que os aseguro que se ha conseguido. El trabajo de Antonio De la Torre y Belén Cuesta es estupendo y seguro que tendrá su reconocimiento -a modo de nominación, al menos- en la próxima edición de los Goya.
Veredicto
Con un enfoque mucho más personal de la guerra civil, La trinchera infinita se siente como un gran drama que acierta en lo narrativo gracias a su planteamiento y a dos estupendas interpretaciones. Es cierto que el relato acaba flaqueando en la segunda mitad, pero es algo perdonable cuando ofrece tanto en lo emocional cuando la historia requiere de ello.