Os traemos nuestras primeras impresiones de He is Coming, un roguelite con mecánicas de autobattle tipo pixel-art con mucho potencial.
Cuando probé He is Coming, un roguelite en acceso anticipado de Chronocle y Hooded Horse, sentí un pequeño escalofrío de emoción. No era solo otro juego más; había algo en su mundo al borde del colapso, con un Rey Demonio acechando, que me atrapó desde el primer momento.
En He is Coming Somos héroes improbables, buscando artefactos para evitar el fin, y esa premisa, aunque familiar, se siente viva en este caos pixelado. Sin embargo, aunque su intensidad nos seduce, sus bugs también nos frenan más de lo que nos gustaría. Es un título que enamora, pero con la sugerencia de esperar a salir de su acceso anticipado o mejorar un poco más su puesta en escena técnica.
¿Y de qué va? A grandes rasgos, el juego trata de sumergirnos en una fantasía oscura donde cada tres días un jefe imponente, elegido entre decenas, nos persigue sin piedad. No manejamos cada golpe como en un hack and slash. En cambio, combinamos mecánicas de autobattler con construcción de mazos, planificando estrategias para que nuestros personajes luchen solos.
Es como si Slay the Spire se encontrara con Diablo en un bar y decidieran crear algo caótico y adictivo. Cada partida nos obliga a elegir: un arma que pegue muy duro o un artefacto con efectos impredecibles; explorar un pantano fétido o fortalecer nuestra build. Esa presión, mientras el mundo se descompone con bosques oscuros y una atmósfera asfixiante, nos mantiene alerta.
En lo que respecta al arte, el pixel art es simple, pero evocador, y nos recuerda a grandes clásicos de los 90. La música, aunque no es demasiado memorable, refuerza la urgencia. Cada elemento nos envuelve en un torbellino de tensión. Lo que nos cautiva es cómo este roguelite nos hace sentir vivos.
Así es He is Coming



Las partidas son una danza entre la esperanza y el fracaso. Cuando las sinergias entre objetos y habilidades encajan, nos sentimos invencibles. Pero la aleatoriedad puede ser cruel. A veces, la suerte nos abandona, y ninguna estrategia compensa un mal reparto de cartas.
Los bugs, sin embargo, son el verdadero problema. A veces el juego se cuelga en momentos clave, los controles nos traicionan, y algunos objetos simplemente no funcionan. Nos frustra ver tanto potencial opacado por fallos técnicos. Cada actualización parece acercar el juego a lo que podría ser, pero aún le falta camino por recorrer. No obstante, desde su estreno ha mejorado mucho y cada vez va mejor.
A pesar de estos tropiezos, He is Coming nos tiene enganchados. Su mezcla de caos y estrategia nos despierta una chispa que pocos juegos logran. Ahora bien, comparado con gigantes como Hades, carece de una narrativa sólida o un espacio para respirar entre partidas.



Un hub social o una historia más profunda podrían elevarlo. Pero hay una magia única aquí, una promesa que nos hace soñar con su versión final. Los desarrolladores trabajan sin descanso, y cada parche nos da un poco más de fe.
He is Coming nos ha robado horas con su intensidad y su estilo. Si adoráis los roguelites y podéis tolerar sus asperezas, ofrece momentos de pura emoción. De momento, se ha ganado un huequito en nuestra biblioteca, y esperamos volver a él dentro de no mucho. Tiene potencial para romperlo.