Con el estreno de El ascenso de Skywalker, el debate en torno a Star Wars ha vuelto a salir a la luz. De ésta última entrega se ha dicho de todo, desde que es la peor cinta de la franquicia hasta que no era el cierre que la historia merecía. Por eso, hoy os traigo un artículo de opinión, una entrada donde remarcar por qué la fuerza es poderosa en La guerra de las galaxias.
Star Wars; poder generacional
Entrar en conversaciones estériles acerca del éxito de Star Wars sería una pérdida de tiempo. Porque los datos hablan por sí solos y las generaciones, tanto las de antaño como las actuales, avalan la franquicia. Estamos ante un fenómeno mundial, un hito en la historia del cine que marcó un punto de inflexión en la ciencia ficción.
Y es que cuando George Lucas decidió arrancar su aventura galáctica por aquel lejano 1977 -por entonces la práctica totalidad de los redactores de esta santa casa no estábamos ni en la mente de nuestros padres- probablemente no imaginó el enorme impacto que causaría entre sus espectadores.
Desde entonces, cada estreno se convertiría en un acontecimiento, un evento que aglutinaba miles de personas que esperaban con ilusión cada nueva entrega. Padres y madres de futuros niños que nacerían también alineados con la fuerza.
Porque es hora de zanjar el tema, de cerrar la boca a aquellos que nos critican por disfrutar de La amenaza fantasma. Claro que jamás se podrá producir un impacto como el generado por la primera trilogía (por razones obvias), pero no por ello se deben desmerecer las que llegaron después y que finalizan ahora con El ascenso de Skywalker.
Cada grupo de películas ha marcado su propia generación de fans, y eso es algo maravilloso. En la tarde de ayer, llevé a mi primo pequeño y a mi tío a ver el episodio IX -mi segunda vez- y me fascinó ver familias enteras en la sala. Padres, hijos y abuelos que asistían con la misma emoción al desenlace de una franquicia que había unido las tres líneas. Por eso, ninguna trilogía merece el desprestigio, sino el entendimiento de que estamos ante películas para distintas generaciones.
Los aciertos de La guerra de las Galaxias
Quizá se nos olvidó, presas del hype y de nuestro afán por criticarlo todo, las enormes virtudes de Star Wars, las que la colocaron en el lugar de privilegio que hoy ocupa. Virtudes que, por mucho que se diga, no han minimizado ni Jar Jar Binks, ni los midiclorianos, ni nada por el estilo.
La guerra de las Galaxias se construyó siempre sobre el corazón del aventurero, con la esperanza del jedi y el humor y descaro propio de un contrabandista. Valores imperantes en los tres primeros capítulos, pero que también servirían de leitmotiv para los que vendrían más tarde.
George Lucas supo entender que la fuerza residía en la unión de gentes, en la fe de unos pocos idealistas que decidieron luchar contra la tiranía de todo un imperio. Implantar la idea de que, como en la vida misma, existe el bien y el mal y es sólo cosa nuestra decidir de qué bando estamos.
Por no hablar del salto tecnológico que aportó en cada una de sus incursiones galácticas. Desde Una nueva esperanza -que vista ahora podría chirriar- hasta el mastodonte audiovisual que supone El ascenso de Skywalker. Entrando por los ojos, apuntando al corazón.
No caigáis en el hate, el cine es para disfrutarlo
Por eso, y volviendo a la discusión acerca de este último episodio -un debate parece que eterno con cada nuevo estreno de la saga-, quiero mandar un mensaje claro: no merece la pena caer en la crítica fácil o el hate más exacerbado. El cine se hizo para disfrutarlo, para pasar un buen rato y para evadirse por un breve lapso de la cotidianidad de nuestras realidades.
Así, no puedo más que sentir pena por las críticas hacia El ascenso de Skywalker. Es evidente que no era sencillo terminar una historia que se prolongaba en el tiempo durante 42 años, pero menos aún satisfacer las expectativas de tantas y tantas generaciones. Y, si algo está claro, es el amor que Abrams siente hacia la franquicia; estima vertido en dos estupendas películas como El despertar de la fuerza y este noveno episodio.
Claro que el caramelito que nos puso en la boca Rian Johnson nos hacía soñar con que las cosas podían ser distintas: que la fuerza podía provenir de cualquier lugar y que los Jedis no necesitaban apellidarse Skywalker. No obstante, todo ello no hace que el trabajo de Abrams sea menos disfrutable.
Sea como fuere, no caigáis en el lado oscuro. Star Wars, como tantas otras franquicias, se debe a sus seguidores, aquellos que le han dado la fuerza -y el dinero, tampoco seamos ingenuos- para seguir adelante. Y los que no estéis en ese grupo, no temáis, el cine tiene también otros títulos para vosotros, propuestas para que todos podamos disfrutar de este maravilloso arte.
Paz, amor y que la fuerza os acompañe.