En los últimos años, hemos vivido un “boom” en las plataformas digitales de videojuegos por la feroz competencia entre ellas. Los usuarios, por nuestra parte, queremos todo a bajo precio, o si puede ser, incluso gratis. Las desarrolladoras, conscientes de esta situación, han optado por incluir sus juegos en modelos gratuitos (como Epic o Amazon Prime), o en plataformas de streaming con un coste fijo para el usuario, como el caso de Game Pass.
¿Demasiados videojuegos?
Todo esto, sumado a las agresivas rebajas en los títulos de nuevo lanzamiento, ha hecho que la gente llene sus librerías a más no poder. Amasamos una cantidad ingente de videojuegos “que queremos jugar”, pero, seamos sinceros, seguramente nunca lo hagamos.
Por un lado, tenemos una abrumadora cantidad de contenido del que disponemos a día de hoy a un par de clics. Enfrente, las limitaciones de tiempo que muchos tenemos (obligaciones, trabajo, tiempo lejos de una pantalla). Esto nos obliga a volvernos casi sibaritas a la hora de elegir nuestra próxima aventura. Y rompernos mucho la cabeza para elegir.
Jamás hemos tenido tantas opciones a tan bajo coste
¿Es esto un problema o una bendición para el usuario? Llega un momento en el que elegir el juego al que dedicarles nuestros próximos días, semanas o meses se convierte en toda una odisea. Muchos tienen premisas interesantes, y un solo juego igual te lleva más de cincuenta horas, impidiéndote dedicarles tiempo a otros.
En mi caso, hay varios títulos de años anteriores como Hollow Knight o Cris Tales que forman parte de mi lista de “pendientes”. No obstante, al ritmo de lanzamiento de los últimos meses, con grandes aventuras como Pokémon Leyendas, Kirby y la tierra olvidada o el próximo Xenoblade, uno se plantea si realmente encontrará una ocasión de dedicarse a títulos más antiguos. Y si lo hago, ¿qué pasará con los que ahora son novedad? ¿Caerán en el olvido? ¿Los jugaré más adelante en algún momento de flaqueza del sector?
Sin duda, es una época maravillosa para interesarse por el mundo del videojuego. Incontables oportunidades para jugar (ni es necesario un gran equipo a veces, como con la realidad virtual), plataformas móviles o portátiles con cada vez mayor potencia. Dentro de poco podremos acceder a títulos que hace una década no podíamos ni imaginar en una consola de sobremesa. Steam Deck o los últimos procesadores para Android son claros ejemplos. Y las plataformas digitales de videojuegos siguen creciendo, además.
Las plataformas de streaming, los servicios bajo demanda, y la constante evolución del sector de los móviles, nos traerán seguro muchas alegrías en los próximos años. La pregunta que me quedará en la cabeza hasta ver los próximos avances será: ¿Tendré tiempo de disfrutarlo todo?
