Dash Kappei ha aparecido en nuestras estanterías de golpe y porrazo, elevando el concepto de nostalgia hasta lo más. Kappei Sakamoto, protagonista del clásico Chicho Terremoto (Gigi el chico terremoto en Hispanoamérica), ha regresado de entre los muertos con una estupenda edición manga licenciada y distribuida por una de las editoriales más jóvenes de la industria: Kimmo.
Nosotros estamos encantados, pues este tipo de historietas, perdidas en la memoria colectiva, solo permanecen en nuestros recuerdos como efímeras borrascas de juventud. Por suerte, algunas editoriales se están atreviendo a rescatar esta clase de historias, devolviéndonos nuestra niñez con puñetazos de morriña y volúmenes de gran calidad.
Portada, sinopsis y edición
Kappei Sakamoto, un estudiante de primer curso de secundaria, decide ingresar en el equipo de baloncesto. Tiene un total desconocimiento de las reglas de juego y tampoco parece que su baja estatura vaya a serle de ayuda… Todo esto no supondrá problema para él mientras haya chicas con bragas blancas. Así es Kappei Sakamoto: impulsivo, irreverente y atrevido.
Uno de los personajes más divertidos y recordados vuelve en una nueva edición completa con una traducción fiel al manga original que mantiene el estilo gamberro del anime que lo popularizó en España. Con extras y páginas a color.
| Colección | 10 volúmenes. |
| Género | Humor, deportes, aventuras. |
| Formato | Rústica con sobrecubierta |
| Páginas | 312 en b/n. con integradas a color. |
| Tamaño | 15 x 21 cm. |
| Traducción | Carlos Mingo e Irene Tellería. |
Siendo parco en palabras, me ha sorprendido lo bien que ha entrado en el mercado manga Kimmo. Su escasa experiencia no les ha impedido crear un contenido de gran calidad. Al menos así ha sido en el caso de Dash Kappei, un volumen muy bien editado y con una traducción del más alto nivel. El tomo, que nos recuerda al kazenban japonés, está notablemente encuadrado e incluye varias páginas a color con un toque muy especial. En ese sentido, ni una sola pega a su primer lanzamiento manga.
Reseña de Chicho Terremoto n.º 1
Dash Kappei se define como un spokon (manga deportivo) de comedia. Por momentos, no estamos seguros de cuál es la verdadera intención del autor, pues pasa del humor más absurdo al espíritu completivo en cuestión de segundos. Más allá de eso, tiene un enfoque muy claro: relatar las vivencias de Kappei Sakamoto, un joven estudiante de Seirin con grandes aptitudes para el baloncesto, pero con una personalidad muy cuestionable.
Pervertido e irreverente, comete faltas contra la autoridad moral de cualquier persona con dos gramos de cerebro. Tanto es así que podemos decir que en grandes segmentos de la historia, el humor de Noboru Rokuda es rancio y desaliñado. Dicho malamente, nos recuerda al típico viejo verde que encuentra gracia en los comentarios lascivos, los gestos indecentes y las faltas de respeto.
Esto es, sin lugar a dudas, lo peor del manga, aunque hay quienes le encuentran su gracia. Si dejamos eso a un lado, lo cierto es que la historia logra sacarte más de una sonrisa en determinados segmentos de la lectura. Por ejemplo, por culpa de un accidente, Kappei tiene una «hemorragia interna en el pito». Esto produce que, en determinadas circunstancias, se le hinche.
Un clásico que vuelve de la mejor manera posible
Durante un partido en el que decide ponerse serio —porque lo hace, y estos son los mejores momentos— empieza a sufrir fuertes dolores. Como se queda bloqueado, decide agarrarse el mismo la «pilila» para conseguir la canasta ganadora mediante una descarga de dolor y adrenalina. Esta clase de momentos difícilmente la encontraremos en cualquier manga contemporáneo, siendo un rasgo inherente a su época.
Por aquel entonces, los límites creativos eran distintos y la concepción contextual del humor era bien distinta. Es por eso que Chicho Terremoto es mucho más que un manga nostálgico. Tiene ese punto de rebeldía que hoy día es tan difícil de encontrar y, asimismo, goza de un fuerte impacto nostálgico.
A fin de cuentas, revivir las desventuradas peripecias de Chicho Terremoto es pura infancia. El manga, ahora que han pasado tantos años, tiene el don de recordarnos aquellos maravillosos años en los cuales nuestra mayor preocupación era salir a jugar con nuestros amigos, pegarnos una buena merendola o, simplemente, tirarnos la mañana del sábado entera viendo dibujos animados. En efecto, por aquel entonces no hablábamos de anime.
Un manga clásico con gran relevancia histórica en Occidente
Siendo sincero, aunque hay actitudes y aptitudes que no debemos valorar positivamente dentro del concepto de nuestro protagonista, sí que debemos resaltar su gran valor atemporal y su importancia dentro de la cultura y la historia del manga clásico. Tal vez no haya envejecido tan bien como nos habría gustado, pero lo cierto es que sigue siendo la misma serie de siempre.
Recordemos, además, que aquellos eran otros tiempos. Que no sirva de excusa, pero si como una manera de entender el por qué de algunas cosas. Y si dejamos todo esto a un lado, nos encontramos frente a un manga deportivo bastante refrescante. Si bien es cierto que ofrece grandes dosis del famoso «espíritu de superación», esta no es su premisa principal.
Es por eso que podemos disfrutarlo de manera simultánea junto con otros mangas deportivos sin sentir que estamos leyendo más de lo mismo. Es por esto que puedo decir que se trata de una lectura muy ligera e innovadora, pese a que tiene más de cuarenta años. Es algo que muchos creadores tendrían que asumir: seguir el ejemplo de lo que funciona no siempre es lo mejor.
Reseña de Chicho Terremoto n.º 1 | Conclusiones
Así pues, es un spokon que logra distinguirse de los demás al centrar casi todos sus esfuerzos en la comedia. La lectura, a diferencia de sus contrapartes del género, es ligera y directa. Tanto es así que el formato escogido por Kimmo le sienta fantásticamente bien. No nos molesta que sea un libro grueso. Más bien justo lo contrario: es genial. Creo que lo han clavado. Sin más.
Aparte, valoro muy positivamente el riesgo que han tomado, ya que se trata de una licencia clásica especialmente diseñada para los nostálgicos, pero que también puede gustar a lectores más noveles. Si tomamos todos los puntos que nos ofrece su autor, Dash Kappei merece mucho la pena, pues tiene el don de hacernos reír y sonreír.
Aparte, tiene la capacidad de generar curiosidad a los lectores que busquen una historia de baloncesto distinta, pero que enardece y valora el espíritu de equipo como un bien como desarrollarse y no como un factor fácil de asimilar y ejecutar. Más tpdavía cuando el protagonista destaca, precisamente, por su individualismo.
