‘Bel Canto: la última función’: review sin spoilers

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El próximo viernes llegará a nuestras pantallas Bel Canto:la última función, cinta protagonizada por Julianne Moore y Ken Watanabe. En FreakEliteX tuvimos la oportunidad de acudir al pase de prensa organizado por Diamond Films y en esta entrada os contamos qué nos pareció.

Sinopsis

Roxanne Coss (Julianne Moore) es una famosa soprano que viaja a un país de Sudamérica que permanece bajo una dictadura militar, para dar un concierto privado en una fiesta del rico industrial japonés Hosokawa (Ken Watanabe). Cuando la reunión de diplomáticos y políticos se celebra, la mansión es tomada por un grupo rebelde guerrillero que exige la liberación de sus compañeros encarcelados. Mientras permanecen secuestrados en la casa, rehenes y captores se verán obligados a encontrar la forma de entenderse.

Un canto algo monótono

La música es belleza. No por casualidad, siempre se ha dicho que la música amansa a las fieras. Y es que, cuando todo demás falla, una simple unión vocal e instrumental puede arrojar luz en los momentos más oscuros. Una técnica perfecta para limar asperezas y acercar a aquellos que a simple vista parecían sonar en tonos totalmente opuestos.

Bel Canto: la última función (Paul Weitz, 2018) tiene un inicio francamente titubeante. El drama arranca con un golpe por parte de un grupo armado en una finca en la que se está celebrando un importante evento, con estrella de la ópera incluida. Sin embargo, esa enérgica intención se desvanece poco tiempo después, colocando la cinta en un lugar donde sólo los personajes son capaces de sacarla.

Y es que el que antaño fuera creador de la soberbia ficción televisiva Mozart in the Jungle -si no la habéis visto, ya estáis tardando-, Paul Weitz, no consigue construir una película sólida. Bel Canto: la última función peca de tener un ritmo demasiado lento y monótono que puede producir en el espectador cierta sensación de aburrimiento.

Bel Canto: la última función

Bel Canto: la última función, apelando al sentimiento

Durante la segunda mitad de la cinta, la propuesta empieza a encaminarse hacia el drama centrado en los personajes. Ya no importa tanto la situación que se está viviendo, sino que la acción se centra en las relaciones entre protagonistas para apelar al sentimiento del espectador. Una estrategia que arroja luces y sombras.

Por un lado, el film agradece este nuevo planteamiento para potenciar la parte emocional de la cinta. Hay dos personajes que dan un paso adelante y que, más allá del protagonismo de Juliane Moore y Ken Watanabe, se erigen como salvoconducto por el que transmitir una amalgama de sentimientos propios del melodrama. No obstante, esta decisión también provoca que el film tome unos derroteros muy habituales en el cine de género, convirtiéndose en algo demasiado previsible en todo momento.

En la parcela técnica, pocos peros se pueden poner. El diseño de producción es más que correcto y tampoco requiere de grandes estridencias. A título personal, me ha chirriado un poco la unión entre imagen y voz de Julianne Moore que, igual que pasara con Rebecca Ferguson en El gran showman (Michael Gracey, 2017) no canta, pero en este caso sí se nota. Puede que sea una cuestión de percepción.

Veredicto

A pesar de su intención de salvar los muebles apelando a la emotividad del espectador, Bel Canto: la última función sucumbe ante su falta de ritmo. Todo y que la parcela dramática funciona, con ciertas licencias, no dejamos de estar ante una historia que ya hemos visto cientos de veces.

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