¡Hola, muy buenas amantes de los videojuegos! Cuidado, Harvest Moon. Pay attention, Stardew Valley. Cuidado, Rune Factory. Ojo, hardcoretas del farming simulator: My Time at Portia ha llegado a la ciudad. Históricamente, siempre se ha considerado que los simuladores de granja son todos iguales. Por suerte, tales consideraciones están muy lejos de la realidad. Aunque bien es cierto que el género bebe de una serie de afluentes carentes de toda revolución mecánica, hablamos de títulos que suelen gozar de un alto grado de personalización. En caso contrario, suelen caer en el olvido por esta falta de personalidad. Pathea Games ha logrado sobreponerse a los clichés de un género con un público muy concreto y para nada fácil de satisfacer.
Tras su lanzamiento en PS4, Xbox One y Nintendo Switch, en FreakEliteX hemos tenido la oportunidad de disfrutar de una experiencia de juego, cuando menos, singular. Lejos de las propuestas de los títulos mencionados anteriormente, y con las inevitables similitudes que comparten los hermanos de misma madre, My Time at Portia se desmarca del resto en base a dos aspectos muy concretos: su diseño en 3D y el absoluto predominio de la artesanía por encima de cualquier otra tarea. Porque, en este caso, no seremos un granjero, sino un albañil. Es ahí donde radica el principal punto fuerte del juego, mas también donde se encuentran algunas de sus peores facetas.
La carpintería como medio de vida
Emulando la simpleza de otros tantos títulos, nuestra historia comienza de forma errática. Tras crear a nuestro personaje —el grado de personalización es un algo irrisorio— llegamos a Portia, una ciudad que ha logrado sobrevivir a una época de caos y oscuridad. Allí encontramos la herencia de nuestro padre: un hogar destartalado equipado con lo básico para desempeñar nuestro oficio: albañilería. Debo decir que, aun sin abandonar las principales mecánicas del género, me ha gustado ese pequeño soplo de aire fresco. Soy, por definición propia, amante del género. Siempre me han gustado los juegos donde el crafteo, el housing y el farmeo hacen las veces de epicentro.
He agradecido la apuesta por la artesanía en detrimento del cultivo. Aunque divertido, comenzaba a aburrir el repetir el mismo gameplay de toda la vida: arar la tierra, conseguir semillas, cultivar, cosechar y repetir, siempre repetir. En My Time at Portia la repetición sigue siendo un concepto fundamental, pero desde un enfoque mucho más técnico. El uso de herramientas y maquinarías para obtener materiales procesados será nuestro santo y seña; el dogma del día a día será conseguir los objetos necesarios para construir un algo con el que mejorar nuestro desempeño o cumplir una misión.
El comienzo es duro, muy duro. De hecho, durante las dos o tres primeras horas de juego me sentí un tanto abrumado. No conseguía comprender la propuesta de Pathea ni descifrar el funcionamiento de los muy diversos aparatos de los que disponía. ¿De dónde podía sacar barras de cobre? ¿Qué utilidad tiene un afilador? Los primeros compases del juego, carcomidos por la incesante necesidad de recursos, fueron complicados. No obstante, el paso de los minutos hizo de la experiencia algo mucho más fluido de lo que esperé al principio.
Una dura competición y un sinfín de actividades
Durante ese proceso de aprendizaje comprenderemos que no somos los únicos albañiles de la ciudad. La competitividad es el principal cultivo dentro del gremio de constructores: somos el quinto taller de la ciudad. Los encargos no serán destinados única y exclusivamente a nuestra persona, sino que el resto pueden tomarlos y aumentar su puntuación. Entraremos así en un bucle por el primer puesto, pues las recompensas por alcanzar las primeras posiciones no son para nada desdeñables. He aquí uno de los aspectos más interesantes del juego gracias a ese pequeño deje de revolución.
Y será a través de las misiones que nos propongan nuestros vecinos que conoceremos lo que nos rodea… ¿El problema? A veces hay tanto por hacer que nos sentiremos abrumados. La idea es buena, pero la carencia de algunas herramientas más prácticas hará que la experiencia sea dura. Habrá ocasiones en los que las misiones se acumularán una tras otra; tardaremos un buen rato en ponernos al día. El juego pierde en fluidez y se vuelve tosco por momentos. Con todo, sigue siendo divertido enfrentarse al desafío que se nos propone.
Esto viene motivado por la excelsa cantidad de actividades que hay a nuestra disposición; es un arma de doble filo. Por un lado, una cantidad de horas de juego muy atractiva. El juego, por definición propia, durará aquello que nosotros queremos que dure. Por otra parte, la existencia de tareas irrelevantes. Las peleas a puñetazo limpio o el clásico jankenpón harán las veces de minijuegos. Nos permiten interactuar con el resto de vecinos —sin contar las charletas de media tarde o los regalos— y mejorar nuestra relación con ellos, pero… Es puro relleno. Se diluye la fluidez de la mecánica básica y adquiere cierto cáliz de artificiosidad algo molesta.
Esencia colectiva
Pero no solo hay minijuegos individuales. Es cierto que la minería, la exploración de ruinas o la tala indiscriminada consumirán el 80 % de nuestro tiempo, pero no será lo único. En mi caso, he disfrutado mucho de los eventos del pueblo. Hablamos de torneos de artes marciales, fiestas de regalos y todo tipo de actos sociales. Estos, además de enriquecer la experiencia, me han permitido saber un poquito más del pueblo. La atmósfera es acogedora y, por momentos, de verdad nos sentimos parte de la ciudad. la diversidad está ahí. Sin lugar a dudas, el esfuerzo del estudio por dotar a su proyecto de una amplia gama de actividades es, cuando menos, loable. Como ya dije anteriormente, existen actividades conflictivas en relación al resto del juego.
La artesanía lo consume todo
Si queremos estrechar relaciones con nuestros vecinos y ser productivos habrá que elegir. My Time at Portia quiere abarcar tanto que, al final, nos obliga a dejar de lado no pocas opciones. Las exigencias a nivel de materia prima y materia procesada de la albañilería consumirán gran parte de nuestro tiempo. Aunque bien es cierto que cultivar o hacer las veces de ganadero no es difícil, no tendremos tiempo. Nuestro trabajo principal es ejercer de carpintero a la par que buen vecino. Por desgracia, la gestión no es fácil. Hay dos mecánicas conflictivas.
Para producir, por ejemplo, tablas de madera bastará con que tengamos el recurso almacenado en alguno de nuestros baúles. Sin embargo, para crear maquinaría concreta tendremos que tener equipado el susodicho objeto. De esta forma se crea una jugabilidad dispar y que se vuelve pesada ocasionalmente al tener que gestionar nuestro equipo, llevar objetos de un lado a otro, etc. Habría preferido que todo fuese un tanto más automático para así agilizar la experiencia de juego y hacer de esta algo más fluido. My Time at Portia requería de un gameplay más efectista y con menos pasos intermedios para aprovechar su potencial.
Por suerte, los diferentes almacenamientos están conectados, pero sigue siendo igualmente aburrido el chequear uno por uno los materiales necesarios, seleccionarlos, comprobar que tenemos suficientes, transportarlos, etc. La construcción se vuelve tediosa a veces. Si tenemos en cuenta que esta es su mecánica principal… Pues mala cosa. Por suerte, esto no arruina la experiencia de juego. ¿La empeora? Sí, pero My Time at Portia sigue siendo un juego tremendamente disfrutable.
Combates y relaciones sociales
Lo que sí me ha gustado bastante ha sido, por un lado, el sistema de combate y la exploración de ruinas. Por norma general, los simuladores de rol y granja suelen apostar por combates muy simplistas. My Time at Portia no es la excepción, pero su diseño en 3D hace del combate una experiencia más grata que la del resto. La acción es más natural y el control sobre nuestro personaje es netamente superior al de otros juegos del género. Repartir espadazos a diestro y siniestro, o emplear armas a distancia, es muy gratificante. Lo mismo sucede con la exploración de mazmorras. En lugar de bajar por más y más pisos, al avanzar nuestra historia desbloquearemos nuevas ruinas. En estas usaremos un sistema de rastreo para encontrar tesoros. Bien por Pathea.
Lo mismo sucede con las relaciones sociales. Son, en resumidas cuentas, muy sencillas. Hablar todos los días con aquellos personajes que nos interesen u ofrecer regalos acorde a sus personalidades nos hará ganar el favor de nuestros vecinos. Hay que reconocer que el género nunca se ha sentido muy… natural. Las relaciones humanas, al igual que en Los Sims, son artificiales. Hablar diariamente y regalar cosas no granjea amistad en la vida real, pero sí en los simuladores. My Time at Portia decide apostar por la formula de siempre, pero el modelado en 3D le da un punto extra a su favor.
Al mismo tiempo, las historias de algunos personajes me han parecido bastante buenas. Mención especial a la dosis de realismo que se nos ofrece con el paso del tiempo. No haré spoiler, pero me ha encantado la historia de Ginger; se demuestra que es imposible controlarlo todo. No somos dioses que, a base de misiones y acciones, tenemos soluciones para cualquier cosa. En resumidas cuentas, aun sin innovar, el factor social del juego de Pathea Games cumple con las expectativas.
Dicotomía entre religión y ciencia
¿Sabéis que es lo que más me ha gustado de todo? Aparte de que he viciado como un cabrón —disculpad la expresión, pero es la verdad— el enfrentamiento entre religión y ciencia. Sí, he jugado horas y horas sin aburrirme y, al final, ese es el mejor análisis que puedo daros. No me he aburrido, para nada, con My Time at Portia. Y esto ha sido gracias, en parte, gracias a la intrahistoria del universo que se nos presenta. Con pequeños mensajes, lecturas, misiones, etc. descubrimos, poco a poco, que el mundo fue devastado por la ciencia.
En la actualidad se ha logrado escapar del caos de tan oscura época, pero ha resultado inevitable que se produzca el enfrentamiento entre religión y ciencia. La llamada Iglesia de la Luz aboga por desterrar cualquier resto de tecnología existente. Los nuevos científicos pregonan por la idea contraria: quieren aprender de los errores del pasado y usar, esta vez de forma correcta, toda esa tecnología perdida. Nosotros podremos decantarnos por un lado u otro entregando discos de datos. Estos contienen información del viejo mundo y desbloquean diferentes tecnologías. Habrá momentos, eso sí, en los que estemos obligados a colaborar con la ciencia queramos o no, pues será necesario para avanzar en la historia.
Conclusiones
El principal defecto de My Time at Portia es que se siente demasiado artificioso por la lentitud de su ritmo, aunque habrá quien sepa apreciarlo con mayor propiedad. Habrá instancias en los que sintamos verdadera desesperación al sentir que no avanzamos, pero todo es cuestión de tiempo. En mi caso he sabido disfrutar de lo que Pathea Games propone logrando sumergirme de lleno en el juego. Al tiempo, el sistema de niveles y habilidades me ha convencido; la progresión a nivel de personaje se siente muy consecuente con nuestras acciones. En mi caso me ha gustado muchísimo el juego.
El diseño artístico me ha convencido. El juego es bonito, los escenarios lucen bien y, en líneas generales, se nota el mimo de los diseñadores. No me ha terminado de convencer ese aire excesivamente inocente en los rostros de los personajes, pero tampoco es algo que me haya tirado mucho para atrás. No trasmite en exceso, pero logra llamar la atención del jugador de manera acertada. La banda sonora es también correcta, pero tampoco muy notable. Lo que sí me ha causado gran antipatía ha sido la traducción y los bugs. En mi caso, español e italiano bailaron de la mano en no pocos diálogos y, a decir verdad, fue algo bastante molesto.
Uno muy molesto fue que, cuando participé en un torneo, el aviso de que la siguiente ronda sería en dos horas permaneció en pantalla por varios días. Espero, en ese sentido, que se corrija con próximas actualizaciones, pero… Ahí está. En resumidas cuentas, me ha gustado My Time at Portia, pero tiene fallos críticos que pueden fastidiarte la experiencia. Creo que es una experiencia interesante dentro del género, pero necesita pulir varios aspectos importantes.