Análisis de ‘Assassin’s Creed: Valhalla’

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Un grito de guerra, un cuerno de batalla y una nueva historia. Así se presenta Assassin’s Creed: Valhalla, lo último de la celebérrima Ubisoft. Como sucesor de Assassin’s Creed Odyssey, supone el vigesimosegundo título de la franquicia. Como tal, es uno de los primeros videojuegos multigeneracionales, pues está disponible en PS4 y PS5, Xbox One y Xbox Series X|S. De igual forma, los usuarios de PC y Google Stadia también han podido disfrutar de la propuesta del estudio de Montreal.

Assassin’s Creed: Valhalla

Análisis Assassin's Creed: Valhalla
Análisis Assassin’s Creed: Valhalla

Bajo el marco de la mitología e historia vikinga, Valhalla se presenta al público como una nueva revisión de las mecánicas que ya pudimos ver en los aclamados Origins Odyssei. A grandes rasgos, se podría definir como más de lo mismo, pero he ahí —desde mi punto de vista— el encanto de muchas sagas. En este caso, Valhalla es una de ellas, pues lo que muchos buscábamos con su lanzamiento era repetir nuestra experiencia en un nuevo universo.

No obstante, lo hace con cambios muy sutiles que tienen por objeto mejorar los fallos de las anteriores entregas. La aventura, mucho mejor estructurada en lo que a narrativa se refiere, nos presenta un paisaje repleto de detalles, historias y personalidades cargadas de carisma. Y es que nos encontramos en pleno siglo IX, un período de lo más convulso. Gran Bretaña, acosada por los vikingos, sufre la incesante invasión de un pueblo otrora considerado bárbaro, pero que en realidad era muy inteligente.

Así pues, conocemos a Eivor, de quien podremos elegir su género poco después de empezar con aquesta nuestra aventura. Como novedad, podremos cambiar en cualquier momento y/o dejar que sea el Animus quien determine el sexo del personaje en función de la situación. En esta ocasión, han preferido justificar esta diatriba a través de una muy pequeña línea en la narración. Si bien es cierto que no es nada del otro mundo, aporta solidez a este primer «nudo argumental».

Por la gloria de la batalla

Análisis Assassin’s Creed: Valhalla

No deja de ser un detalle, ya que no es más que una pequeña parte de un cuerpo argumental repleto de grandes anécdotas y giros. Sin entrar en detalles de la historia, diremos que es un poco más de lo de siempre. Ubisoft, en ese sentido, ha preferido no arriesgar, por lo que no podemos decir que la trama se sienta demasiado original. Aun con todo, siguen sacando músculo en la construcción de mundos: la personalidad de todos y cada uno de los personajes que dicen ser importantes —salvo algún que otro despistado— está muy bien construida. De esta forma, destacamos su potente elenco por encima del guion, que no de la narrativa.

Sin llegar a ser un nuevo enfoque, siempre hemos disfrutado de la forma en que Assassin’s Creed cuenta sus historias. Sean mejores o peores, la perspectiva y el estilo destacan por su alto nivel de entretenimiento. O lo que es lo mismo, es divertido descubrir que está pasando. Debemos sumar la buena elección temática, pues si algo hicieron con los griegos y los egipcios fue despertar el hype de la comunidad por aquellos pueblos que siempre han llamado la atención. Todavía recuerdo a muchos de mis amigos y compañeras preguntar por el legado de los nipones, todo sea dicho, pero tampoco podemos decir que nos hayan decepcionado con los vikingos y su mitología nórdica.

Al contrario: nos ha encantado. La elección, una vez más, ha sido excelente, y más aún si tenemos en cuenta la impresionante recreación de sus costumbres y paisajes. Lejos de presentar una tierra yerma en donde sus gentes se dedican a beber y pelear —que también—, Eivor escenifica el saber, la inteligencia y la curiosidad. Carcomido por su sangriento furor bélico, su búsqueda de la gloria no le impide hacer profundas reflexiones. En cualquier caso, no queremos dejar a un lado el argumento sin alabar los muy divertidos y carismáticos personajes y misiones secundarios que nos hemos encontrado en nuestra aventura. Especial mención al matrimonio que «consumó» por primera vez en un incendio.

De asesinos a constructores

Análisis Assassin's Creed: Valhalla
Análisis Assassin’s Creed: Valhalla

Entiéndanse mis palabras: continuista no es algo negativo, sino un adjetivo que define su progresión respecto a lanzamientos anteriores. Por un lado, podremos disfrutar de nuestra buena dosis de parkour vikingo tanto en Gran Bretaña como en Noruega, aunque debemos confesar que el sentimiento de escala se ha quedado un poco corto en la comparativa con títulos anteriores. No por nada, sino porque la presencia de grandes edificios, ciudades súper pobladas, etc. es menor. Al menos así lo hemos sentido nosotros. Lo curioso es que, más allá de eso, hemos encontrado un título mucho más estructurado y con una serie de variantes muy interesantes.

Somos Eivor, un integrante del clan del cuervo, y nuestro objetivo será asentar a nuestra gente en Gran Bretaña. Este será nuestro centro neurálgico y, como tal, tendremos que inventar una gran cantidad de tiempo en su cuidado y desarrollo. Como consecuencia, será nuestra misión obtener los recursos necesarios para que el lugar prospere; construir nuevos edificios con los que desbloquear tatuajes, unidades que nos acompañen en nuestros asedios y otras tantas funciones estarán directamente determinadas por el nivel de nuestro asentamiento.

De esta forma, abandonamos el ostracismo propio de los asesinos y nos sumergimos en una especie de juego de rol expansionista de lo más interesante. Por otro lado, tendremos que fortificar nuestra posición tirando de diplomacia, algo nunca visto en un AC. Es, como poco, un añadido que rejuvenece bastante la experiencia de juego. Esto provoca que Valhalla este muy bien estructurado, pues se presenta —casi— como en un conjunto de campañas secuenciales en donde el objetivo siempre está muy bien definido.

Que resuene el cuerno de batalla

Análisis Assassin's Creed: Valhalla
Análisis Assassin’s Creed: Valhalla

Sea como fuere, todo el peso se lo lleva el combate, que ha vuelto a optar por esa vertiente RPG que tanto ha caracterizado a OdysseyOrigins. Habrá quien diga que gusta más del modelo anterior y quien prefiera de las innovaciones, pero sigue —como juego de rol y acción— se sigue sintiendo un poco plano. Seamos claros: es una maravilla. Aporrear enemigos con armas a dos manos, hacha y escudo o dos armas individuales es una verdadera delicia. El árbol de habilidades, las técnicas que podemos desbloquear y equipar o su sencillo sistema de parry son, como poco, muy satisfactorios.

O lo que es lo mismo, que Assassin’s Creed: Valhalla es tremendamente entretenido, pero no demasiado profundo. Más que un fallo o una virtud, es una decisión creativa que se mantiene en la línea de lanzamientos anteriores. En efecto, si disfrutaste de la experiencia en Grecia y/o Egipto, Gran Bretaña no va a ser menos. Lo que sí es cierto es que se nota que Ubisoft ha aprendido con el paso de los años, pues Valhalla —sin ser una maravilla— es el más pulido de los tres. El resultado final es bastante bueno.

En otro orden de cosas, se ha recuperado el concepto de asesinato y sigilo, pero no termina de encajar. Comparado con Odysssey Origins, se han recuperado mecánicas para potenciar la infiltración. Por ejemplo, nos podemos poner nuestra capa para que sea más difícil detectarnos, pero ni el sistema de combate, ni la jugabilidad ni el diseño de misiones invita a ello. Regresa un poco a sus orígenes dentro del espectro de un juego de rol y acción, pero de forma anecdótica. En líneas generales, y sumado a los muy múltiples —muchos de ellos súper divertidos— minijuegos, nos encontramos con una aventura todoterreno que, sin embargo, flaquea en varios aspectos.

Un mundo gigante y orgánico

Análisis Assassin’s Creed: Valhalla

Como viene siendo costumbre, el apartado en el que más destaca Valhalla es el diseño y desarrollo de su mundo. Para empezar, las secundarias ya no forman una secuencia de tareas que cumplimentar, sino un elemento más dentro del organigrama del mapa. O lo que es lo mismo, las misiones de todo tipo son mucho más orgánicas que antes. Efectivamente, se siente como un mundo vivo e inteligente en donde todos los elementos están interconectados los unos con los otros. El mapa es, sin más, precioso. Es un verdadero disfrute recorrer los nevados páramos de Noruega o visitar la cálida Gran Bretaña mientras revestimos nuestra aventura con vestigios de la antigua Roma, detalles de la mitología nórdica y mucho más.

Audiovisualmente, es una maravilla. Nosotros lo hemos jugado en PlayStation 4, así que no hemos podido disfrutar de su máxima calidad gráfica o de los 60 frames por segundo, mas aun así nos ha parecido muy bonito. El doblaje en castellano es de gran calidad y la banda sonora destaca de manera muy positiva. En cuestiones de rendimiento, nuestra partida se ha visto empañada por algún que otro bug, pero no ha afectó a la experiencia de forma notoria. Más allá de una vikinga que no paraba de dar vuelta o un lobo que no sabía ubicarse demasiado bien, hemos tenido la suerte de no toparnos con demasiados errores.

Conclusiones

Análisis Assassin's Creed: Valhalla
Análisis Assassin’s Creed: Valhalla

Assassin’s Creed: Valhalla es un grandísimo ARPG. Su exploración es una delicia y la cohesión del entorno es genial. Es uno de los mundos más orgánicos que hemos visto nacer de las manos de Ubisoft, y eso no se dice pronto. Sigue la estela de los anteriores Assassin’s, así que más allá de ciertos cambios, no podemos hablar de una propuesta rompedora o innovadora. Aun con todo, no nos parece un error, ya que suele ser lo que muchos jugadores buscan en este tipo de propuestas. Sea como fuere, su atractiva ambientación no se sobrepone a que la narrativa sigue siendo la misma de siempre. La jugabilidad tampoco sobresale por encima de lo esperado, pero es tremendamente entretenido; apuesta por una fórmula que funciona muy bien.

Análisis de Assassin’s Creed Valhalla. Clave de juego cedida por Ubisoft.

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