Un día después del noveno capítulo de Juego de Tronos, La Batalla de los Bastardos, aún seguimos con resaca. El derroche de genialidad técnica ha hecho de este episodio posiblemente el mejor de toda la serie. Si aún no lo has visto, hazlo antes de continuar leyendo; se revelan detalles importantes de la trama.
Siempre decimos que Juego de Tronos es, ante todo, una serie de diálogos. Una trama de mentiras y traiciones, donde la labia y la inteligencia priman por encima de todo. Pero se nos muestra una guerra y, de golpe, Juego de Tronos asciende a la mejor versión de sí misma.
Sólo con el título el capítulo ya apuntaba a maneras sin embargo, para deleite de los fans, la epicidad no se ha centrado sólo en la batalla sino que nos ha dejado grandes momentos desde el principio.
El aperitivo para lo que estaba por venir lo ponía la Reina Dragón. Comenzamos destacando la intensidad emocional que se transmite en la conversación entre Tyrion y Daenerys, cuando éste le recuerda algunos actos de su padre, el Rey Loco, y lo cerca que puede estar ella de convertirse en el mismo tipo de persona si sigue adelante con sus planes. Tras las palabras, viene la acción. La aparición de los tres dragones juntos y Daenerys entrando en combate a lomos de Drogon nos deja un espectáculo visual apasionante y prepara nuestros nervios para el encuentro de los bastardos.
Pero antes de eso, conviene resaltar también un detalle que podría haber pasado desapercibido entre tanto dinamismo. Hablamos de la llegada de Theon y Yara a Meeren. Tras una breve negociación, las dos mujeres llegan a un acuerdo de colaboración poniendo en evidencia lo que ya sabíamos del Juego de Tronos: las mujeres mandan.
De aquí en adelante todo lo que ocurre en el capítulo está destinado a explotar en la esperada Batalla de los Bastardos. Sabíamos que sería espectacular. Conocíamos los fondos que manejaba la serie en esta temporada. Y a pesar de todo eso, hemos quedado con la boca abierta. Nadie podía imaginar el alarde técnico tan descomunal que veríamos en este episodio. Ni aunque nos lo hubieran avisado un millón de veces habríamos estado preparados para tal derroche.
Todo comienza con los planes para la batalla y la brutal y dolorosa sinceridad de Sansa.
Nunca rescataremos a Rickon.
Es lo que le dice a Jon. Y, en el fondo, aunque no quisiéramos admitirlo, todos sabíamos que tenía razón. Incluso el propio Jon. El pequeño de los Stark debía morir a ojos de Ramsay. Y ya no sólo por su vena psicópata sino que esta vez tenía todo el sentido del mundo. Jon era un bastardo y Sansa una chica. Rickon era el que más posibilidades tenía de arrebatarle el gobierno del norte en nombre de los Stark.
Y aunque todos lo esperábamos y estaba claro que iba a ocurrir, el momento de su muerte no ha sido menos desgarrador por ello. Podemos ver la expresión de Jon cambiar de la desesperación a la incredulidad y de ahí pasar a un estado de absentismo espiritual, por llamarlo de alguna manera, en el que el exguardia de la noche se convierte en una máquina de matar. Pero no todo podía salir bien a la primera, obviamente, y aquí es donde reside el inmenso éxito de esta batalla. Que levante la mano el que no dudase ni por un instante que la Batalla de los Bastardos se cobraría la vida del mejor de ellos, otra vez. Porque en el Juego de Tronos nadie es inmortal, aunque a veces lo parezca, y todo puede ocurrir.
En plena batalla hemos visto vísceras, hombres partidos en dos, mutilaciones, etc. Y, aunque pueda parecer gratuito así descrito, nada que ver. En esta escena se representa la guerra, tan cruda y real como en verdad es. Un acto inhumano entre más bestias que personas. Así, vemos como los buenos y los héroes también sufren. Hablamos de la magnífica parte donde Jon está a punto de morir ahogado entre cadáveres y pisadas de compañeros. Esta escena destaca tanto por el montaje como por la banda sonora, que hacen de ella un verdadero prodigio. En estos momentos de agonía es cuando entra Sansa acompañada de Meñique y el ejército de los Arryn. Por fin podemos respirar. Y Jon también.
Finalmente Ramsay es vencido y capturado y una vez que Jon se desahoga a base de puñetazos, le llega el turno a Sansa. Parecía que ella daría el golpe final que acabaría con la vida del bastardo. Sin embargo esto llega, vaya que si llega, en forma de compensación kármica.
Semana tras semana hemos tenido que ver a Ramsay torturar y asesinar de formas salvajes a diferentes personajes pero la peor de todas sus atrocidades seguramente sea el momento en el que hecha a la esposa de su padre y a su bebé a sus perros hambrientos. Bien pues, el mismo final le esperaba a él. Sus propios sabuesos, famélicos como él mismo los mantenía, han sido los encargados de devorar al bastardo que, a pesar de todo, no pierde su arrogancia hasta el final. Todo esto con Sansa observando desde el otro lado de la celda mientras una sonrisa se dibuja en sus labios. Al fin.
Detrás del personaje de Ramsay está Iwan Rheon, con un trabajo espectacular hasta el momento de “su muerte”.
He pasado cuatro temporadas increíbles aquí. Ha sido genial estar involucrado con una serie tan maravillosa. Creo que está bien que caiga porque, ¿qué podría hacer él después de esto? Ha hecho muchas cosas. Está justificado y es lo que hay que hacer. Es el camino correcto. Él ha alcanzado la cumbre.
Esto es lo que opina Rheon sobre sus últimos momentos en la serie y el final de su personaje.
Como fan de la serie, me gusta que haya ocurrido. Jon Snow necesita ganar porque, si no, ya no queda esperanza en el mundo, pero es interesante que no sea justo. Después de todo, Ramsay sigue creyendo que ha ganado. Es tan arrogante y seguro de sí mismo que cree que va a estar bien, hasta el último minuto.
Por último es necesario comentar que si este capítulo ha sido capaz de alcanzar un nivel tan épico ha sido gracias, una vez más, al dinero. Pero a Juego de Tronos nadie le ha regalado nada. Ha tenido que ganarse temporada tras temporada su presupuesto a base de buenos resultados.
Este episodio ha sido dirigido por Miguel Sapochnik, quien ya había demostrado su potencial en el capítulo Hardhome, aquel que termina con Jon Nieve y el Rey de la Noche mirándose a los ojos mientras los supervivientes de la batalla huían de un ejército de caminantes blancos por el mar. Aunque ahí ya quedó claro su nivel como director, Sapochnick ha alcanzado un nuevo horizonte con esta Batalla de los Bastardos.