
Martin Scorsese está a punto de estrenar nueva cinta. Lo hará el día 29 a través de Netflix y en algunos cines autorizados desde el pasado 15 de noviembre. Nosotros ya hemos visto The Irishman y en esta entrada te contamos qué nos ha parecido.
The Irishman: la obra cumbre de un cineasta irrepetible
La gente se gana la vida como puede. El ser humano tiende a la supervivencia en un primer momento, situándose en una encrucijada cuando los medios para lograrla no son del todo correctos a nivel moral. Es lo que separa a un hombre cualquiera de un absoluto gánster; el primero trata de conseguir las cosas de manera lícita, el segundo sin pedir permiso.
«Quiero ser un gánster»; cuatro palabras que articulaba un sosegado Ray Liotta en la notable Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1990), una sentencia que definiría a la perfección la carrera de un cineasta irrepetible: Martin Scorsese. Y es que el realizador neoyorquino lleva más de cuarenta años recreando (como nadie) la historia del mafioso, de aquel tipo habitualmente italoamericano que, como decía Jack Nicholson en la estupenda Infiltrados (Martin Scorsese, 2006), «no quería verse condicionado por su entorno, sino que su entorno se viera condicionado por él».
Precisamente ayer Scorsese cumplía 77 años, una edad que empieza a encumbrar el ocaso, que invita a pensar en la retirada. De hecho, es ese transcurso temporal el principal motor de The Irishman (Martin Scorsese, 2019), una excusa para homenajear a todos aquellos actores que lo han acompañado durante su carrera y para construir un relato de gánsters que refina la fórmula y perfecciona esa esencia del criminal que se venía trabajando durante más de cuatro décadas. The Irishman es puro Martin Scorsese.
Drama a través del crimen
Al más puro estilo Uno de los nuestros, Scorsese nos propone seguir la pista de un gánster hecho con el tiempo, Frank Sheeran, a través de cuatro etapas bien diferenciadas. Desde sus inicios como militar en la guerra, hasta el ocaso de su vida. Un viaje generacional que golpea al espectador con su propuesta seria y contundente.
Porque The Irishman no pretende que el respetable empatice con ella, sino más bien dignificar a sus personajes a través de un análisis de la América salida de las cloacas. Y eso es lo que la hace tan grande. Ese drama interno del protagonista que se refleja en su relación con una de sus hijas o la visión de ese sindicalista tan criminal como los propios mafiosos.
Un film que pone especial interés en la ambientación, fabulosa en cualquiera de sus saltos temporales. Construida a través de sus coches, fortalecida en la elegancia de sus garitos. Escenarios escogidos para que sus personajes brillen, y lo hacen como nunca. Robert de Niro está inmenso, erigiéndose como ese hombre que poco a poco va ganándose el favor de la mafia. Joe Pesci es el punto sofisticado de la cinta, aportando un toque tremendamente elegante y Al Pacino -madre mía Pacino- luce increíble tras la piel del sindicalista Jimmy Hoffa (él es, en gran parte, la película). Los acompañan algunos secundarios de auténtico lujo como Harvey Keitel, Anna Paquin o Jesse Plemons.
Veredicto
Con cierto tono crepuscular, aunque no por ello sonando como una despedida, Martin Scorsese nos regala con The Irishman una carta de amor hacia su cine, hacia sus actores y hacia aquel gánster que tantos años ha retratado. Una cinta que funciona tan excepcionalmente bien que invita a cuestionarse ¿quién quiere ver otros criminales teniendo los de Martin Scorsese?