¡Hola, muy buenas amantes del anime y el manga! Ha pasado largo tiempo desde nuestra última reseña al respecto, mas no os preocupéis. En efecto, Dragon Quest VI: Los reinos oníricos ha regresado por todo lo alto con su noveno volumen; os lo contamos. Una vez más, repetimos formato rústico con sobrecubierta sin solapas con 192 páginas en blanco y negro. Como siempre, la autoría recae en Masaomi Kanzai, quien se ocupa tanto del guion como del dibujo. La traducción ha corrido a cargo de Carlos Alberto Mingo Gómez de Celis e Irene Tellería.
Sinopsis de Dragon Quest VI #9
Tras haber deshecho el sello de hace miles de años, y haber conseguido la legendaria espada de Ramias en el Monte Niaquiniallá, Botsu ha derrotado finalmente al Temible Adversario Gracos, y ha llegado por fin a la ciudad mágica de Meiga. Dicha ciudad fue creada por la gran hechicera Esmerascua y fue allí también donde ella mismo creó el hechizo definitivo, Explosión mágica. Una vez allí, descubren que la única descendiente de esa gran hechicera es ni más ni menos que Lucía.
Pero Lucía, que ha recuperado todos sus recuerdos, tiene sus dudas acerca de si está preparada para heredar el poderoso hechizo Explosión mágica, ya que es capaz de hacer desaparecer un continente entero. Aunque Botsu la anima a que lo haga diciéndole que él la protegerá, no como el héroe que es, sino como hombre.
Por otro lado, Norris, que sigue buscando la espada más poderosa, es derrotado por el Temible Adversario Dhuran y cae en la maldición de la hachaespada.
Una de altos y bajos
Por méritos propios, Dragon Quest VI: Los reinos oníricos se ha convertido en una obra repleta de altibajos narrativos. En tomos anteriores, si hacemos memoria, destaqué que la línea argumental se diluía demasiado. Asimismo, costaba seguir la historia. Este noveno tomo recupera el buen sabor de boca de momentos anteriores y rescata parte del potencial intrínseco de la historia, pero solo porque se desarrolla en una zona cerrada y se centra en un único y gran combate. De esta forma, podríamos afirmar —sin miedo a equivocaros— que Los reinos oníricos encuentra su zona de confort en los momentos de tensión.
Empero, no logran recrear la epicidad del videojuego original. La trama, por diversos motivos, carece de la fuerza necesaria para conquistar nuestros corazones. Aun con todo, sigue presentado una secuencia de acciones interesantes y una variante al universo original llamativa. Como suelo decir, es un manga que disfrutarán quienes se digan, a sí mismos, amantes de la franquicia. De otra forma, pasa sin pena ni gloria. Cumple, tiene un dibujo muy nostálgico y recuerda a grandes mangas del pasado, pero no cumple con todas nuestras expetativas.
Abusa demasiado del poder de la amistad y de los power ups de último momento, lo cual impide que veamos un verdadero desarrollo en las facultades de nuestros protagonistas. Análogamente, se enroca en la fantasía del héroe que todo lo puede con el valor. No obstante, me gusta el énfasis que se hace en que Botsu no puede hacer nada sin sus compañeros, pues una sola persona es insuficiente para enfrentarse a los grandes males del mundo. Aunque al final siempre se recurra a él, me gusta que se destaque el vínculo con sus compañeros.
Reseña Dragon Quest VI: Los reinos oníricos 9, conclusiones
Como quiero alargarme demasiado, incluiré mis impresiones sobre la edición en las mismas conclusiones. Como suele viene siendo costumbre, el trabajo de Planeta Cómic es bastante notable. La calidad de la sobrecubierta y de las propias páginas es alta. A grandes rasgos, es resistente y tiene un buen acabado. La maquetación sigue siendo correcta, aunque la distribución de viñetas me ha gustado más respecto a tomos anteriores. Dragon Quest VI: Los reinos oníricos sigue siendo una lectura entretenida, pero no se la puedo recomendar a quien no se defina como amante de Dragon Quest. Se sigue cerrando demasiado al público que no conoce la obra original, lo cual puede ser contraproducente. Por otro lado, esto permite que ese otro público objetivo empatice más con el producto final.
- Corrección: Guillermo Ruiz