¡Hola, muy buenas amantes del anime y el manga! Regresamos con Dragon Quest VI: Los reinos oníricos y su cuarto tomo. En esta ocasión, la aventura de nuestros queridos protagonistas padece una serie de pequeños giros argumentales de lo más intensos. No obstante, antes de pasar al quid de la cuestión, un pequeño recordatorio. La serie ha sido licenciada por Planeta Cómic y se compone de 192 páginas en blanco y negro. Con formato rústico sin solapas, la edición continúa con las características de tomos anteriores. La calidad de la obra se mantiene estable, aunque sí que es cierto que se ha sentido, por momentos, que faltaba algo de espacio en las páginas; aunque no se cortaban, había diálogos y escenas devorados parcialmente por los márgenes físicos del tomo. Con todo, nada demasiado importante.
Reseña Dragon Quest VI: Los reinos oníricos 4

Sinopsis
Botsu y los demás obtienen el espejo de Ra en la Torre Especuluna. Gracias a él, descubren la existencia del Mundo de los Sueños (el mundo de arriba), un lugar donde los pensamientos más fuertes de las personas obtienen forma, y que lo que ellos llaman «los reinos Oníricos», no es más que el mundo de abajo, o el Mundo Real. Además, Murdaw está poco a poco destruyendo el Mundo de los Sueños.
El dilema de los mundos

Mundo real y mundo de los sueños. Las diferencias entre ambos, en realidad, son nimias. No es que los reinos oníricos sean consecuencia directa del mundo real, pero casi. Al menos eso era lo que pensábamos todos hasta ese momento. En un giro de guion cuando menos peculiar, descubrimos que en realidad el mundo real es el mundo de los sueños y los llamados reinos oníricos son el mundo real. En una decisión extraña, todo se vuelve demasiado confuso y resulta complicado seguir la acción de nuestros protagonistas. Porque lejos de detenerse a explicar lo que está sucediendo, el autor decide continuar con la aventura sin pausa. Por desgracia, la búsqueda de un guion ágil y entretenido termina sentenciando una historia que empieza a dar palos de ciego.
Y no solo porque la vorágine de reyes y reinas cambiantes sea un verdadero caos, sino porque esos hipotéticos grandes enemigos y generales monstruosos son derrotados con una facilidad pasmosa. Vamos por pasos. El desarrollo de los eventos lleva a Botsu y compañía a llevar el espejo de Ra al rey que nunca duerme, y de repente este desaparece. Y aparece una reina. Y descubrimos que el Murdaw es el rey de este mundo, pues rey que nunca duerme ¿no es el verdadero rey? Y tras derrotar a Murdaw, se revela que en realidad era solo una especie de copia residual instalada en el rey del mundo onírico. El rey regresa y ambos comienzan a reinar, pero no sabemos que ha pasado con el rey joven.
Personalidad informe
Otro aspecto que me ha dolido mucho ha sido la débil construcción de algunos personajes. En cierto momento, Botsu consume a un miedo atroz. Tal es su estado que comienza a gritar cuan niño pequeño e intenta huir. No obstante, un héroe no puede actuar así. Unas pocas palabras, un puñetazo y listo: nuestro héroe se llena de valor y se enfrenta al mal más enfermo del mundo sin atisbo de duda alguna. Y esto pasa varias veces, pues con Mencia sucede algo similar. Luego está Ebanisto, cuyo valor como recurso cómico se diluye malamente al no cumplir dicha función de la manera adecuada; los chistes pierden fuerza cuando el guion está tan mal ejecutado.
Por consiguiente, hoy día tenemos un manga que falla en dos de sus aspectos más importantes: plantel e historia. ¿Significa que es un mal manga? No tengo la potestad para afirmar algo tan rotundo de manera taxativa, pero de momento no me está gustando. Con todo, debo decir que la esperanza no se ha perdido, pues a fin de cuentas siempre se puede encauzar el timón. Los fallos de los que he hablado pueden ser subsanados si en los siguientes volúmenes el autor relaja el ritmo y se dedica a explicar con más tranquilidad qué está sucediendo.
Conclusiones

Hoy por hoy, aquellas sus principales virtudes no son lo que eran. Nunca he estado en contra de los mangas que intentan ir directos al granos, pero hay que saber hacerlo. Dragon Quest: Los reinos oníricos no sabe hacerlo. Su principal baza, a día de hoy, es el arte del mangaka. Masaomi Kanzaki sigue demostrando, tomo tras tomo, que su trazo no es solo limpio, sino muy intenso. El manga tiene vida propia; respira pasión y fuerza en todas y cada una de sus páginas. A su vez, los fans de Dragon Quest como franquicia podrán seguir disfrutando de un universo repleto de cameos y detalles relativos al mundo de los videojuegos.