¡Hola, muy buenas amantes del anime y el manga! Seguimos con Dragon Quest: Emblem of Roto #7. Finalmente, nuestro héroe Arus se ha encontrado con quien dice ser su hermano, mas no al uso. En efecto, el esperado duelo entre los herederos de la sangre de Roto se ha producido. La acción, desarrollada 304 páginas en blanco y negro con algunas a color, sigue profundizando en una historia cada vez más cerca de su final. Cumplidos los siete primeros tomos de los quince estimados, el argumento ya se encuentra totalmente situado. Y, cómo no, Planeta Cómic ha emulado el formato de tomos anteriores: 14,8 x 21 cm y presentación rústica sin solapas con sobrecubierta. Asimismo, aviso: esta reseña contendrá spoilers. No podré emular el formato de tomos anteriores, pues de lo contrario me estaría repitiendo una y otra vez.
Dragon Quest: Emblem of Roto #7
Sinopsis
Después de la derrota de Gunon, una nueva amenaza, mucho más aterradora, se cierne sobre la vida del orgulloso Arus. Surgido de los pliegues de un pasado que inevitablemente lo vincula con el destino de nuestro héroe, el malvado Jagan está listo para verter su devastadora fuerza demoníaca en el mundo…
La magia de Roto
Existe un tercer descendiente de Roto. Inesperado a la par que interesante. La presencia de un tercer guerrero en discordia siembra muchas dudas. Pronto, sin embargo, descubrimos que sus acciones se corresponden con aquel su verdadero sentir: detener el avance de las fuerzas de Imajin. El duelo vivido en el castillo fue un fiel reflejo de la realidad tras el tercer heredero, quien juega un papel fundamental en la supervivencia de Arus. Un momento… ¿Supervivencia? Sí. En un giro de los acontecimientos que no nos ha pillado por sorpresa, Jagan demuestra su superioridad para con nuestros héroes. Su batalla con Arus se salda con una profunda herida de carácter mortal y una sonrisa arrogante. Sus compañeros, los guerreros sagrados, también sucumben ante su tremenda fuerza, mas el devenir de los eventos termina jugando en su favor; salvados por la campana.
Debo decir que la retirada de Jagan ante el llamado de Imajin es… incongruente. El rey demonio podía vencer claramente a quienes dicen ser sus enemigos declarados, ¿por qué no acabar con sus vidas? La teórica muerte de Arus cimenta sus posibilidades de victoria, es cierto, mas los guerreros sagrados no dejan de ser sus más fervientes opositores. Resulta, por tanto, paradójico que se marche sin más. Dejando a un lado semejante toma de decisiones, he de confesar que he disfrutado el combate entre los herederos de Roto. Aun carente de grandes dosis de tensión, ha sabido reflejar muy bien la dicotomía que existe entre ambos personajes. Al tiempo, expone con gran acierto aquellas sus similitudes; la sangre que corre por sus venas es más fuerte, inclusive, que la fuerza de voluntad o el corazón.
Así queda expuesto cuando Jagan hace… Bueno, eso no os lo contaré, pero demuestra tener un control total sobre su herencia heroica. A la par, su puesta en escena tiene un gran impacto gracias a su atractivo dibujo. Si bien es cierto que el diseño del elenco es un tanto plano, también es verdad que todos y cada uno de sus integrantes goza de la suficiente personalidad como para destacar. A ese respecto, Jagan posee una serie de rasgos, cuando menos, muy interesantes. Cumple a la perfección su función de antagonista. A la par, su ambición parece no conocer parangón; no es un mero esclavo de Imajin, sino que tiene sus propios planes.
En serio, Kadal, ya vale
Por otra parte, la nueva aparición de Kadal a través del anillo de Poron me ha escamado. No es la primera vez que aparece como salvavidas del grupo, y la verdad es que ya cansa un poco. Por suerte, y aunque su muerte me apenó en su momento, ya no volverá. Ha actuado en demasiadas ocasiones como faro de nuestros protagonistas; es turno de que ceda su lugar a la nueva generación. Y así sucede cuando, tras ser rescatado por sus queridos compañeros de las garras de la muerte, Arus se propone iniciar un nuevo entrenamiento. Empleando las instalaciones de la torre del sabio, se enfrenta a sus amigos para así mejorar sus prestaciones. No obstante, la profundidad del momento es bastante escasa.
De hecho, no se siente como una verdadera fase de aprendizaje. No sucede lo mismo con Poron, de quien sí nos creemos un posible crecimiento al adquirir el libro del antiguo sabio. En su conjunto, Dragon Quest: Emblem of Roto #7 no sorprende. Es más, la acción no avanza demasiado. Hablamos, al final, de un tomo de transición —muy necesario, eso sí— que razone un crecimiento en nuestros protagonistas. Queda muy claro que su potencial de combate, hasta la fecha, era escaso. Su poder, aunque incuestionable entre humanos, dejaba mucho que desear en lo referido al enemigo.
Pese a su victoria frente a generales del ejército demoníaco, estaba muy claro desde el primer momento que aquellos sus primeros rivales no eran más que un aperitivo. Por citar un ejemplo ya mencionado, el mismo Jagan es muchísimo más poderoso que el rey de las bestias, último oponente en caer ante la furia de Arus. Debo confesar que cada vez me gusta más nuestro protagonista. Al final, por muy héroe que sea, sigue siendo un niño al que no le gusta la violencia. El miedo es su motor y no es otro más que su sentido de la responsabilidad quien le obliga a avanzar. Es muy consecuente con su personalidad, su edad y su formación. En ese sentido, de diez.
En el centro de los sentimientos
Uno de los aspectos que más me ha llamado la atención es la forma en que Dragon Quest: Emblem of Roto sabe tocarte la fibra sensible sin forzar los eventos. Arus, en su viaje en el mundo de los muertos, se encuentra con Lunafreya y el anciano. Y es su conversación con la joven quien nos hizo un nudo en la garganta. Sus almas han atravesado el umbral y nunca podrán regresar, mas siempre aguardarán por su presencia. Y es en aquellas sus palabras de despedida donde los sentimientos afloran:
Vas a madurar, vas a enamorarte, te casarás con tu amada, tendréis hijos. Y algún día te harás mayor. Cuando llegue el momento de irte de tu mundo… En ese momento, seguro, volveremos a vernos.
Y es en el tierno dibujo de Kamui Fujiwara donde el bello canto de la muerte baila; la vida es un efímero momento que nada tiene que hacer ante la inmensidad del ocaso. Un encuentro destinado entre dos amigos separados por los mismos caprichos de la vida. No hay escena de acción o combate que trasmita tanto como la escena protagonizada por Lunafreya, la cual simplemente me ha encantado.
Conclusiones
La historia se encuentra inmersa en un proceso de transición muy necesario en historias de tales características. Si bien no ofrece combates de gran tensión —pese al combate contra Jagan— tiene algunos de los momentos más emotivos de toda la serie. El reencuentro con Lunafreya y el anciano es… No tengo palabras, la verdad. A grandes rasgos, Dragon Quest: Emblem of Roto se encuentra en buen estado de salud. Y si bien el dibujo no es nada del otro mundo en realidad, tiene la capacidad de enamorar. Un clásico al que le han sentado genial el paso de los años. Eso es Dragon Quest: Emblem of Roto en su nueva edición.