Comienza la cuenta atrás: quedan tres volúmenes. Con la conclusión de la duodécima entrega de Dragon Quest: Emblem of Roto queda más claro que nunca que nos enfrentamos al final de una serie que nos lleva acompañando desde 2018. El ataque al castillo se encuentra en su cénit y, tras revelarse ciertos eventos, comienza la que dice ser la batalla final. Además de resolver —de una u otra forma, o dejarla muy encaminada— las líneas narrativas relacionadas con los antagonistas, descubrimos alguna que otra verdad intermedia que, de una u otra forma, ya esperábamos.
Sea como fuere, hablemos de la edición. Como viene siendo costumbre, os contaré aquestas mis impresiones sobre el trabajo de producción y traducción. Recordemos, pues, que Emblem of Roto ha sido licenciada por Planeta Cómic. En formato 14,8 x 21 centímetros dispone de una presentación rústica sin solapas, pero con sobrecubierta. Por su parte, sus 272 páginas en blanco y negro (últimas a color) han sido traducidas por Verónica Calafell, de Daruma. A grandes rasgos, mantiene los estándares de calidad esperados en la que, a día de hoy, dice ser una gran colección en términos de edición.
Aviso: esta reseña contiene pequeños spoilers.
Dragon Quest: Emblem of Roto #12
Sinopsis
Mientras el traicionero Imajin absorbe todo a su alrededor en el manto oscuro para regenerar su cuerpo inmortal, Arus y sus amigos descubren que Jagan y Draconarius, a los que creían que debían derrotar, no son del todo maléficos: incluso en ellos, sorprendentemente, fluye sangre sagrada… Pero deben darse prisa, ¡porque la llegada del caos invocado por Imajin está cada vez más cerca!
Ojo por ojo, diente por diente
Vayamos directos al grano: es hora de resolver nudos argumentales. Los héroes se encuentran en el castillo de Imajin dispuestos a ponerle fin a todo. Entretanto, Jagan ha caído frente al embate del final boss y cae muerto tras perder el Orbe Oscuro que contiene su cuerpo. Arus, por su parte, encuentra a la madre del joven príncipe. Está presa y no quiere huir de las rejas que la mantienen cautiva, pero pronto cambia de opinión. Esperanzada por el discurso del heredero de Roto, parte en busca de su hijo a sabiendas de que, en realidad, está muerto.
Sin entrar en detalles, digamos que Jagan regresa de entre los muertos bajo un nuevo nombre: Alan. Alejado de la oscuridad, decide unirse al grupo, pero de manera adecuada. Tras batirse en duelo con Arus y comprender la diferencia de poder, una profunda reflexión le invita a abandonar el seno del mal y aceptar su sangre de Roto. No obstante, no lo hace por justicia, bondad o alegría. Su corazón ha pasado muchísimos años acumulando odio, así que hace de este su catarsis personal: quiere venganza. Imajin se lo ha arrebatado todo, así que él hará lo propio. Aunque sea un hilo ciertamente previsible, el enfoque es adecuado al no asumir que un simple combate, un reencuentro y unas palabras amables pueden sanar —tan rápido— un alma herida.
Por su parte, Draconarius sigue dudando de las acciones de su señor hasta el punto de descubrir que, al igual que otros tantos, ha sido engañado durante años. No diré cómo ni por qué, pero algo cambia en su interior. Draconarius descubre una verdad dolorosa (muy acorde a las dudas que tiene sobre su señor) y reflexiona profundamente sobre su origen, aunque se niega a aceptar sus raíces. Así pues, y sin deponer su espada contra los héroes, comienza un profundo camino de introspección personal que no llega a su conclusión durante el presente tomo.
Es hora de luchar
Superados estos eventos, comienza la lucha final. Imajin ha comenzado a recobrar su cuerpo absorbiendo a todos los monstruos que le ayudaron un día. Esto no hace a Draconarius demasiado feliz, pero no os diré de qué forma ni qué sucede. Observaremos los primeros compases del duelo y reviviremos el primer gran intento de Arus y el renombrado Alan (antes Jagan) de recurrir al poder de Roto. No obstante, en un (no) sorpresivo giro de los acontecimientos, su plan falla. Imajin demuestra de que pasta está hecho y pone contra las cuerdas a nuestros protagonistas.
Siendo sincero, es una narrativa a la que estamos muy acostumbrados ya sea en el mundo del cómic, el manga e, inclusive, en los videojuegos. Dragon Quest nunca ha sido especialmente llamativa por sorprender con giros de guion originales, sino por su forma y contexto. No sorprende, en ese sentido, que opte por el camino fácil y asuma que eso es lo que funciona. A día de hoy puede resultar incomprensible, pero debemos recordar una cosa: no es actual. Aunque Dragon Quest: Emblem of Roto esté siendo publicada ahora, su lanzamiento original fue entre 1991 y 1997.
Dragon Quest: Emblem of Roto 12: conclusiones
Un tomo que nos acerca al final de una aventura entretenida. En su conjunto, estoy disfrutando de Emblem of Roto y es que, aun a pesar ciertas carencias o bajones, el resultado final es positivo. Es una experiencia notable muy enriquecedora para quien quiera repasar una historia más clásica y/o disfrutar del universo de Dragon Quest. La batalla final pinta interesante y, siendo sincero, quiero ver como se resuelve todo. Espero un happy ending de libro, pero quiero leerlo.