El cine de terror es uno de los más maltratados y desaprovechados. Secuelas innecesarias, tramas cliché, sustos cutres y una total carencia de imaginación e ideas frescas. De domo que cuando me topo con una Película como The Descent me veo en el deber moral de recomendarla.
La película sigue a seis amigas en una expedición espeleológica en una misteriosa cueva en la que no tardan en quedarse atrapadas debido a un derrumbamiento. Mientras intentan encontrar otra salida, descubren que no están solas en la cueva.
The Descent es la tercera película de Neil Marshall, conocido por dirigir dos de los mejores capítulos de Juego de Tronos (Aguasnegras y Los vigilantes del Muro) además de otros muchos para la adaptación a televisión de Constantine. Hoy por hoy tiene mucha experiencia y un talento intachable, pero por aquel entonces solo había dirigido cintas menores que no se ganaron ni al público ni a la crítica. Esta película no tiene absolutamente nada que ver con sus trabajos anteriores o con muchas cosas que se han visto en el cine de terror en los últimos años. The Descent es una de las películas más inteligentes y originales del género por diversas razones.
Una, y la principal, es el efecto claustrofóbico que infunde la fotografía. La escena en la que las protagonista entran en la cueva y cada vez se van estrechando más y más los juros, acompañada de transiciones y saltos en el tiempo es absolutamente magnífica. El diseño de decorados también es alucinante, si no lo supiera, diría que es una cueva de verdad. Si a esto le sumamos una brillante iluminación (o más bien «desiluminación» porque la película es bien oscura) sale una de las películas más claustrofóbicas que he visto nunca.
En la atmósfera. Si bien esta podría entrar en lo anteriormente dicho, el trabajo visual del filme es es tan apoteósico que me veía en la obligación de dedicarle un buen párrafo solo a eso. Neil Marshall supo crear una atmósfera tétrica y hostil solo con unas pocas transiciones y sin apenas luz solo en los primeros 15 minutos de película, de modo que imaginaros todo lo que vino después. Desde simbología visual perfectamente introducida en la narrativa argumental, hasta cambios en la gama cromática para representar acciones o decisiones de los personajes. Absolutamente magnífico. Por no hablar de los efectos (gran parte prácticos) de las criaturas de la cueva. Si bien el diseño no es nada del otro mundo, es de nuevo la sensación de angustia y malestar que la película nos ha inspirado en su introducción lo que nos hace temer los peligros que encierra la cueva.
El gore no falta, pero sin ser nada exagerado. Cosa que agradezco y aprecio, ya que muchas cintas del género tienden a confundir terror con gore extremo. No cae en la terrible maldición de los «jump scares» (os recomiendo investigar sobre el tema, porque tiene chicha), la tensión se libera a cuentagotas, haciéndola una experiencia más estresante si cabe y las actrices son bastante dedicadas. Hay buenas interpretaciones en la película.
En general, una experiencia exquisita del terror contemporáneo. Una dirección brillante de un director al que le auguro un futuro bastante prometedor, tensión constante y fotografía de campeonato. Haceos un favor y no veáis la secuela.
(7,5/10)
Pd: si la primera imagen de la entrada os suena, es porque se trata de una de las escenas más conocidas de la película, a la que el videojuego Rise of the Tomb Raider hizo homenaje recientemente.