
Lo último de Amenábar ha llegado a San Sebastián para competir en su sección oficial. Al margen de los galardones, Mientras dure la guerra llegará a las salas de todo el país el próximo 27 de septiembre. Nosotros ya la hemos visto y a continuación te contamos qué nos ha parecido.
Mientras dure la guerra es un drama histórico correcto
El fascismo en nuestro país es una sombra demasiado alargada. En primera instancia por el dolor y pérdida que causó entre los que lo sufrieron en su época más exacerbada y en segunda, y siendo aún más preocupante, porque su presencia sigue demasiado vigente entre nosotros. Cualquier forma de totalitarismo condena a ideólogos y librepensadores a vivir en el exilio, relegando el progreso a aquellos únicamente dispuestos a alcanzarlo a través de la violencia y el absolutismo.
Amenábar es un tipo que me suele provocar sensaciones encontradas. Tras deslumbrar con cintas como Los otros (2001) o Mar adentro (2004), el cineasta ha ido concatenando trabajos de dudosa calidad como Ágora (2009) o Regresión (2015), algo que ha propiciado que servidor espere sus nuevos lanzamientos con más escepticismo que expectativas.
Y en cierto sentido, no puede decirse que Mientras dure la guerra (Alejandro Amenábar, 2019) sea un auténtico desastre, pero sí que esta más cercana a su actual línea descendente que a sus prometedores inicios. Estamos ante un drama histórico correcto, con sus deficiencias, que intenta retratar la España de la guerra civil a través de los ojos de un tercero, Miguel de Unamuno.
Las carencias de Mientras dure la guerra
Precisamente es ese retrato de la España franquista el que no acaba de dar con la tecla. Amenábar trata de exponer los puntos de vista de ambos bandos sin profundizar demasiado en ninguno de ellos. Ciertamente, y hasta donde el realizador quiere que veamos -sin demasiado ahínco-, los liderados por el caudillo siguen siendo los malos de la función, pero Amenábar prefiere centrarse en la naturaleza combativa de su estoico protagonista, Miguel de Unamuno, como símbolo del paso entre la caída de la república y la posterior instauración monárquica.
Así, el film acaba quedando en tierra de nadie, naufragando entre el drama que pretendía ser y el retrato (fallido) de las dos Españas que acaba siendo. De hecho, y como podía intuirse en los primeros avances, Mientras dure la guerra brilla en su diseño de producción, con una primera hora en que Amenábar demuestra una inusitada pericia tras la cámara, pero desluce en prácticamente todo lo demás.
Y ese «prácticamente» sería el porcentaje que pertenece a los intérpretes, sobretodo a un fantásticamente bien caracterizado Karra Elejalde y un histriónico Eduard Fernández. Elejalde muestra una gran habilidad para dar vida a Unamuno, creando una figura de intelectual bonachón que toma la justicia moral como latemotiv. Por su parte, Fernández está realmente acertado en su papel de general Millán, en un personaje donde la apariencia es también importante, y que engrosa aún más un surtido de secundarios (Tito Valverde o Nathalie Poza) que acompañan a la perfección.
Veredicto
Mientras dure la guerra es un correcto drama histórico que, si bien no despunta en su relato, cumple en su parcela más técnica. Aunque algunos personajes merecían ser desarrollados con más tino, los intérpretes ayudan a que esta radiografía de la España del 36 acabe llegando a buen puerto. A pesar de que aquellas costas en las que Amenábar atracaba en sus inicios parezcan más alejadas que nunca.