Ayer llegó a nuestras pantallas John Wick – Capítulo 3: Parabellum. Nosotros ya la hemos visto y aquí te dejamos nuestras impresiones.
Sinopsis
Con una recompensa de 14 millones de dólares por su cabeza, John Wick (Keanu Reeves) está en plena huída. Después de haber roto la regla de matar a alguien en el interior del Hotel Continental, John Wick debería haber sido ejecutado. Excomunicado, con su membresía revocada, todavía dispone de una hora de ventaja para poder huir. A partir de ese tiempo, hombres y mujeres sicarios de todo el mundo tratarán de detenerle, eso sí, encontrará una aliada que sigue creyendo en él.
John Wick – Capítulo 3: Parabellum, excelencia en los tiroteos
Si vis pacem, para bellum. Si quieres paz, prepárate para la guerra. Una sentencia de marcado carácter bélico que viene a remarcar que el fin justifica los medios. Que el restablecimiento del orden natural de las cosas sólo se consigue por medio de la lucha y el enfrentamiento. Una declaración de intenciones, o más bien un pretexto para dar moralidad a una violencia claramente desmesurada.
Si algo nos enseñó John Wick, otro día para matar (Chad Stahelski, 2014) es que la acción podía contar con propuestas llenas de carisma que a la vez agradaran al público mainstream. El bueno de Wick lo consiguió, puso de acuerdo a espectadores y críticos para concluir que lo suyo era un referente en el género, una película que marcaría época. Y eso fue lo que confirmó la secuela, entregando en 2017 un producto todavía más redondo que potenció hasta límites insospechados todo lo bueno que habíamos visto en su predecesora.
Y, aunque personalmente no vea en John Wick – Capítulo 3: Parabellum (Chad Stahelski, 2019) un salto tan notorio como el acontecido entre la primera y segunda entrega, sí puedo aseguraros que estamos ante un film espectacular, un nuevo test force que sitúa a Wick en lo más alto. Estamos ante una película que arranca exactamente donde lo dejó su predecesora, con el célebre asesino tratando de huir de todos aquellos que planean acabar con él.
Una decisión interesante, pues esa continua huida hacia adelante produce que la cinta no tenga ni un momento de respiro. La acción no se detiene nunca, hilvanando unas set-pieces espectaculares que se marcarán a fuego en las retinas del espectador -francamente, la escena de pelea en la que vuelan cuchillos por doquier me ha parecido sensacional-.
Soberbia en la acción, suficiente en lo narrativo
Esas escenas de acción marcan las pautas de lo que debería ser una propuesta que aspire a ser referente en el género. Nada de movimientos bruscos ni trucos de cámara, sólo artes marciales y coreografías impecables al servicio del más difícil todavía. Sentarse frente a John Wick – Capítulo 3: Parabellum es hacerlo frente a una producción que sabe el lugar que ocupa en la cultura popular y que explota sus virtudes para entregarle al fan dos horas de puro gozo, sangre y huesos rotos.
La estética, así como la fotografía, vuelven a mostrar aquí un aspecto impoluto. Todo está cuidado con mimo y recreado para lucir a la perfección en el conjunto; desde el siempre potente skyline nocturno de la ciudad de Nueva York hasta el icónico traje que luce el protagonista.
Pese a todo, los momentos en que la acción no se adueña de lo que pasa en pantalla se sienten algo descafeinados, ampliando lo visto en Pacto de sangre, pero ofreciendo una trama que únicamente se podría catalogar como ‘suficiente’. Como os imaginaréis, la parcela narrativa es un mero trámite para justificar las maravillosas escenas de acción en que un carismático Keanu Reeves vuelve a brillar con luz propia. Un intérprete que se rodea de algunos secundarios de lujo como Ian McShane o Halle Berry, todos ellos fantásticos en sus respectivos roles.
Veredicto
John Wick – Capítulo 3: Parabellum es una película de acción fantástica. Puede que no suponga un salto considerable respecto a lo visto en su predecesora, pero sí le permite formar parte de una franquicia que en pocos años será considerada de culto. Una saga fetiche que se postula como lo mejor que ha dado el género en el siglo XXI.