
Hoy escribo una entrada distinta a las que estáis acostumbrados a lee por estos lares. Tras mi paso por el Festival de cine de San Sebastián, comúnmente conocido como SSIFF, he decidió escribir una pequeña crónica acerca de todo lo acontecido durante estos días.
Entusiasmado por el SSIFF
Por todos es sabido que el SSIFF es el festival de cine más importante de nuestro país, un evento que cada año reúne lo mejor del panorama cinéfilo y cuenta con múltiples estrenos mundiales. Una carta de presentación nada desdeñable que además servía de primera experiencia para quien suscribe estas líneas -en dos semanas también podré añadir el Festival de Sitges a mi palmarés personal-.
Ante semejante evento, mis emociones estaban absolutamente desbordadas. Más de una semana en las que vivir puro cine, en todo lugar, a cada momento. Una estancia fenomenal que transcurriría en diez días, treinta películas, cinco ruedas de prensa y maratonianas jornadas en las que escribir críticas era también un gusto.
Desde el primer momento la ciudad me cautivó. Disfrutaba de los paseos entre proyecciones, de la belleza de sus teatros y la intermitente marea que divide la zona. Un escenario espectacular para un acontecimiento de cine.

Un lugar de encuentro para los que aman el cine
Lo mejor de todo era el ambiente. Cafeterías, paradas de autobús o en las colas para las proyecciones, decenas de cinéfilos se aglomeraban para charlar sobre las cintas que habían visto, la calidad de la sección oficial o la fotografía que habían conseguido con alguno de sus ídolos.
Y es que este año, como viene siendo tradición, SSIFF también ha contado con personalidades muy celebradas tanto por los que acudíamos como prensa para cubrir el evento, como por los ciudadanos de a pie. Desde los premios Donostia, Costa-Gavras, Donald Sutherland y Penélope Cruz, hasta cineastas como Darren Aronofsky o Ken Loach, pasando por rostros como el de Gael García Bernal o Laetitia Casta. Todos tuvieron su espacio y todos se prestaron amablemente a interactuar con la gente que se les acercaba, como debería dictar el código deontológico de la profesión.

En lo puramente cinematográfico, hubo cintas para todo tipo de público. Sea cuál fuera su gusto, tenía su lugar en SSIFF. A título personal, me centré en la sección oficial del festival, para poder hablar con conocimiento, Perlak, donde había verdaderos pelotazos que llegarán en los próximos meses y New Director’s, lugar en el que disfrutar de óperas primas o trabajos de cineastas aún por hacer.
De entre todas las películas que vi, destacaría la sorpresa de Joker -que duró lo que tardé en ver el cartel promocional frente al Kursaal el primer día-, la maestría de Bong Joon-Ho en su imprescindible Parasite o el drama maternofilial de Proxima. También la emoción de La trinchera infinita, la interpretación de Greta Fernández en La hija de un ladrón o la calidez de Diecisiete, de Daniel Sánchez Arévalo.
Por parte de los académicos, los grandes premios tuvieron dos nombres muy concretos: Pacificado y La trinchera infinita. La producción brasileña firmada por Paxton Winters se hizo con el galardón a mejor fotografía, mejor actor y la preciada concha de oro, máxima distinción de SSIFF. Por su parte, La trinchera infinita se hizo con otros tantos premios, destacando el de mejor guión y mejor dirección, éste último para Jon Garaño, Jose Mari Goenaga y Aitor Arregi. Hubo otras distinciones importantes, como la mención especial del jurado que cayó sobre Proxima, una de mis cintas favoritas. Reconocimiento transversal para premiar todo el cine mostrado durante nueve intensas jornadas.

Aunque poco a poco el Festival ha ido llegando a su fin, su espíritu seguirá aún muy vigente, así como el recuerdo de la primera vez que se quedará grabado en la memoria. Tampoco creáis que vosotros os vais a librar de él, pues aún tengo muchas críticas que quiero compartir a lo largo de los días acerca de películas que pueden ser de vuestro interés.
Para rematar, hoy domingo me ha tocado partir. Recogí mis cosas y dejé atrás el modesto albergue y a otros tantos compañeros, casi tan locos por el cine como yo, con los que he compartido algo más que una simple habitación.
Ahora sólo queda esperar al año que viene y ver qué nos depara la 68ª edición del SSIFF. Aunque, como el futuro es incierto y para eso aún queda mucho, me despido con un afectuoso ¡Agur Donostia Zinemaldia!