¡Hola, muy buenas amantes de los videojuegos! En esta ocasión hemos querido traeros nuestro análisis de Little Big Workshop. Invadidos por el espíritu capitalista, nos embarcaremos en una peculiar experiencia de simulación empresarial en tablero. Centrando sus esfuerzos en la gestión de recursos, la propuesta de Mirage Game Studios tiene por objeto ofrecer un sistema de entretenimiento sencillo, pero efectivo. Lejos de lo que viene a ser habitual, en esta ocasión no hablamos de un juego reciente. De hecho, HandyGames y THQ Nordic comenzaron a distribuirlo allá en octubre de 2019. Todavía, siquiera, hacía frío. ¿Quién lo diría, verdad? Volviendo al tema que nos acontece, Little Big Workshop está disponible tanto para Windows como para Mac en Steam.
¡Capitalismo, a mí!
Como en casi cualquier videojuego de simulación —como es lógico— empezaremos desde cero. A diferencia de otros tantos proyectos con una propuesta similar, la historia carece de importancia. Aquí la premisa es sencilla: levantar un imperio desde sus mismos cimientos. Tras un breve y sencillo tutorial, aprendemos a gestionar los aspectos más básicos de lo que va a ser nuestra fábrica. En efecto, queridos amantes del capitalismo: controlaremos la producción de nuestra propia fábrica. En ese mismo sentido, no solo decidiremos aspectos relativos a la producción, sino a la distribución del trabajo o el estado de nuestros jornaleros.
La responsabilidad de no caer en la breva del despotismo (¿ilustrado?) tendremos que ser justos. O no. Esto último no lo recomiendo. Por añadidura, lo controlaremos casi todo, aunque se han echado en falta una serie de opciones con algo más de complejidad. Pasadas varias horas de juego, el sistema destaca por quedarse corto en la gestión de aspectos relacionados con la producción y la distribución. Con todo, seremos nosotros mismos quienes decidan a que nivel queremos implicarnos con nuestro proyecto. Las mecánicas, como ya he dicho, son sencillas: gestiona, repara, produce y vende. Simple, ¿verdad? Como la vida misma.
Por suerte, su fácil comprensión es lo que permite que Little Big Workshop sea interesante. Como jugadores no siempre queremos un reto a nivel de gestión, sino un agradable paseo matinal por el valle del dinero. Little Big Workshop ofrece eso, pero también la posibilidad de ir un paso más allá. Especializarse en un tipo de producto o dos es sencillo. Lo que sí nos exigirá algo más será cubrir demandas de distinto tipo, entregar todo a tiempo y, en líneas generales, convertirnos en un cocodrilo empresarial que abarca todo tipo de encargos. Es en esta segunda etapa donde el juego brilla, pues es ahí donde reside el reto. ¿Lo bueno? Que nosotros marcaremos los tiempos.
Un juego modesto en varios sentidos
No hay mucho más. El horizonte es difuso y, al final, el sistema es siempre el mismo. La belleza radica en saber mantener el control de todo y todos. Porque, como todos sabemos, trabajador contento, trabajador que produce, ¿cierto? Bueno, pues tendremos que ser capaces de trazar una línea que cabalgue entre la comodidad y la necesidad de trabajar. Si hacemos que el tedio esclavice la mente de nuestros contratistas… pues mala cosa. Sí, por el contrario, les damos demasiadas comodidades, terminaremos engendrando un ejercito de vagos malcriados que solo quieren gandulear. No alcanza la complejidad de un sistema de bienestar, pero aporta un puntito interesante a la experiencia en general.
Pero la productividad no se mide única y exclusivamente por el estado de nuestros trabajadores. La distribución del espacio de trabajo, la maquinaria y otros elementos es, también, de vital importancia. Así pues, será importante crear un espacio de trabajo optimizado. Perder el tiempo yendo de un lugar a otro, por poner un ejemplo algo más práctico, puede hacer que nuestros esfuerzos se resientan. El juego no castiga con demasiada dureza, pero premia con creces a quienes saben gestionar su empresa de la manera apropiada.
Un apartado técnico sin grandes alardes
Habrá quienes encuentren encantador su diseño. Yo no. Voy a ser sincero: no me termina de convencer su estética. Aunque resulta agradable a nivel visual, y acompaña esa modestia mecánica, carece de esencia. No causa impacto alguno. Hay juegos que recurren a un apartado visual discreto, pero con identidad. Little Big Workshop carece de sello propio. No hay nada que destaque especialmente o al que podamos adjuntarle una marca identificativa.
Lo mismo sucede con la música de fondo o los efectos de sonido. Son graciosos y están bien, es cierto, pero ya. No hay alma. Sí debo destacar su buen hacer a nivel de rendimiento: el juego funciona bien y se mantiene estable en casi todo momento. Salvo algún que otro bug menor puntual, mis partidas han sido bastante limpias. No he tenido demasiados problemas. Ahí debo romper una lanza a favor de un estudio relativamente pequeño que, con todo, ha sabido crear un juego, cuando menos, divertido.
Análisis de Little Big Workshop: conclusiones
Sería redundante seguir ahondando en los diversos aspectos que circulan alrededor de Little Big Workshop, así que me limitaré a decir que es una experiencia entretenida e interesante, sin demasiados alardes técnicos, y con una presentación sencilla. El enfoque no es original, pero funciona bien. Un juego que puede completar nuestro catálogo y ofrecer ratos de distensión. Sencillo a la par que adictivo, pero sin grandes pretensiones.
Análisis de Little Big Workshop. Clave de juego para PC cedida por Dead Good Media.