La nueva cinta de Sam Mendes llegó a las salas de nuestro país el pasado día 10. Nosotros ya hemos visto 1917 y en esta entrada os contamos qué nos ha parecido una de las principales candidatas al Oscar.
1917 es una proeza audiovisual
Las guerras sólo dejan derrotados, ni vencedores ni vencidos. Conflictos armados tan bestiales que su virulencia sólo puede ser entendida por aquellos que la han sufrido. Trifulcas en que cada centímetro cuenta; cada paso avanzado es un pequeño retroceso para la línea enemiga. No obstante, el mayor dolor se produce a nivel emocional, sufriendo por los que ya no están, pero también por aquellos que aún están a nuestro lado.
Es absolutamente insultante lo que ha logrado Sam Mendes con su nuevo trabajo. En un año plagado de buen cine y con películas compitiendo en temporada de premios de la talla de Parasite (Bong Joon-Ho, 2019) o Joker (Todd Phillips, 2019), 1917 (Sam Mendes, 2019) ha llegado para arrasar con todo. Una película tan descomunal que cualquier escenario en que no se hiciera con el Oscar a mejor film del año o, cuanto menos, a la mejor dirección, sería absolutamente injusto.
1917 plantea un drama bélico como pocas veces se han visto. Mendes utiliza el plano secuencia -absolutamente demencial que la cinta esté grabada en su totalidad como tal- para sumergir de lleno al espectador en su espectacular guerra, una batalla en las trincheras en que tanto la parcela visual como la sonora rayan a un nivel sobrecogedor. A título personal, jamás había vivido una confrontación marcial de esta manera.
Belicismo emocionalmente completo
De hecho, 1917 se podría haber quedado únicamente con la proeza técnica conseguida pero, por el contrario, va mucho más allá. Desde el guión (con trabajadas situaciones que se suceden de manera milimétrica) hasta su impoluta habilidad para transmitir. Más allá de lo que hace en imágenes -maravillosa también la fotografía-, se esfuerza por cultivar lo intangible: el verdadero horror de la guerra.
Todo ha sido cuidado al máximo detalle para ofrecer un drama bélico que funciona con la precisión de un reloj suizo. Además, esa fuerte componente dramática se apoya en todos los elementos del género más belicoso (instinto de supervivencia, compañerismo, etc.) para que el respetable empatice con la propuesta en todo momento.
Por su parte, cabe destacar también la enorme labor de Dean-Charles Chapman y George MacKay, sobretodo éste último, por ayudar a hacer tan creíble esa visceralidad propia del conflicto. Cierran algunos secundarios que aparecen a modo de cameos de lujo; es el caso de Colin Firth, Richard Madden, Mark Strong o Benedict Cumberbatch.
Veredicto
Con una puesta en escena impecable y el uso del plano secuencia como pocas veces se había visto, Sam Mendes nos regala una epopeya bélica que se convierte en un clásico de manera directa. 1917 no sólo es la mejor película del año, sino que deja algunos momentos que quedarán para el recuerdo.