Alcohol, sexo, demonios y tabaco. Así se resume la vida de John Constantine, un hombre engullido por el caos. Secundario, pronto recibió su primera gran oportunidad: fue una de las historietas fundadoras de Vertigo, un sello editorial filial de DC Comics. Centrado en tebeos más adultos, fue el escenario para que el cazador de demonios diera sus primeros pasos. Años después, inclusive, terminaría llegando a la gran pantalla a través del sempiterno Keanu Reeves en Constantine.
Sea como fuere, no todo fueron rosas; Los Nuevos 52 —con Wonder Woman a la cabeza como buque insignia— impusieron una dinámica que no le sentó nada bien. Fueron varios los intentos, pero el cazador de demonios nunca logró adaptarse a los nuevos tiempos. Pasado el éxito de Vertigo, parecía condenado al ostracismo. Fue entonces cuando, una vez más, intentaron que resurgiese de sus cenizas. De la mano de James Tynion IV y Ming Doyle nación Constantine: The Hellblazer, una suerte de punto y aparte que tenía por objetivo traerle de vuelta.
Constantine: The Hellblazer
Hay quienes dicen que, una vez más, DC no ha sabido hacerle justicia al personaje. Seducidos por el baúl de los recuerdos, ha sido ampliamente criticado por denostar falta de originalidad. Ausente por momentos, Constantine no ha firmado un pacto que le devuelva la juventud e ímpetu de los años 90. Posiblemente tengan razón, pero lo cierto es que yo no tengo ni idea. Constantine: The Hellblazer ha sido mi primer contacto con el personaje más allá del filme de Keanu Reeves y, a grandes rasgos, me ha gustado. No obstante, como dijo Jack el Destripador, vayamos por partes.
En primer lugar, hablemos de la edición. Constantine: The Hellblazer es un recopilatorio de trece episodios. Publicado en enero de 2021, ha sido guionizado por los ya mencionados James Tynion IV y Ming Doyle. Armados con el fiel pincel de un buen puñado de artistas, ha sido publicado en formato cartoné a todo color en un libreto de 328 páginas. Tiene un precio de 34,00 € los cuales —considero, subjetivamente— vale. Como viene siendo habitual, depende del juicio de cada uno, aunque yo lo he disfrutado.
Sinopsis
Y por supuesto, todo sale mal. John Constantine, el eterno superviviente, se topa con que la actividad paranormal de su nuevo hogar está disparada. Fantasmas desintegrados por demonios, árboles que asesinan a parejas que retozan en el parque… Nuestro antihéroe preferido no va a aburrirse en absoluto con los casos que debe resolver solo o en compañía de, por ejemplo, la Cosa del Pantano, Papa Midnite o Georgiana Snow, una antigua conocida de Manchester.
Ming Doyle (The Kitchen), James Tynion IV (Batman), Riley Rossmo (Deathbed: Lecho de muerte), Vanesa R. Del Rey (Hit) y Travel Foreman (Animal Man) nos ofrecen en un solo volumen la aventura más cosmopolita de John Constantine.
Hablemos de demonios
Seamos claros: Constantine: The Hellblazer es una historia adulta no recomendada para niños. No por nada, John es un hombre venido a menos que no tiene reparo alguno en pasar la noche con demonios mientras se pone hasta arriba de alcohol y tabaco. Lejos de un desenfreno idiomático o tácitamente expresado, comprendemos que el señor Constantine no tiene tapujos. Bisexual declarado, hace las veces de caballo redentor en una comunidad en donde el ser humano no siempre es el bueno. Fiel conocedor de la sociedad, es consciente de que las apariencias engañas.
Así es tal que, durante las primeras páginas, y tras intentar seducir a un tabernero, engaña a una mujer humana para que sea despellejada viva por un grupo de diablos sedientos de venganza. Seamos claros: se lo ha buscado, pues en sus noches de ocio libre se dedicaba a invocarlos para hacer ropa con su piel. Como bien dijo Hammurabi, «ojo por ojo, diente por diente» y… ¿Piel por piel? Bueno, no importa. En cualquier caso, The Hellblazer cuenta una historia de redención en donde un extraño sujeto intenta acoplarse a la sociedad como buenamente puede.
Faltos de contexto, resulta complicado situarse plenamente en la acción, pues carecemos del conocimiento necesario para saber qué o quién es Constantine. Poco a poco descubrimos que, un tiempo atrás, estuvo enamorado, que fue cantante y/o que, sin venir a cuento, un día todo se derrumbó. Sin entrar en detalles, The Hellblazer sabe contextualizar de manera adecuada a su protagonista dejándose, en el proceso, aspectos que parecen importantes. Creo, mas no puedo afirmarlo con rotundidad, que funciona como una suerte de reinicio que, sin perder de vista historietas pasadas, intenta actualizar al lector contemporáneo.
Los fantasmas del pasado
John es acosado —por decirlo de alguna manera— por los fantasmas de aquellos que murieron por su culpa. Atormentado por los remordimientos, se enfrenta a su pasado de forma literal. Ya sea en mitad de un polvo, bebiendo o dando un paseo, los espíritus le recuerdan que sus manos están manchadas de sangre. Constantine se enfrenta a sus remordimientos como buenamente puede, mas un día algo sucede: una extraña entidad los está matando. Bueno, ¿se le puede denominar asesino? Sea como fuere, esta criatura está poniendo fin a la «no vida» espectral de los espíritus que acosan al hechicero. Cualquiera podría haber considerado esto como una buena noticia, pero no John.
Ellos son su pasado, presente y futuro. Son, de una forma u otra, compañeros que, además de intercalar alguna que otra conversación con él, le recuerdan quién es y qué ha hecho. Así pues, se pone en marcha. Por desgracia, ni Tynion ni Ming logran crear una dinámica estable; la narrativa es errática y confusa por momentos. Ya sea a través de conversaciones, recuerdos y/o flashback, los autores recrean las vivencias más importantes de John. A cambio, desfiguran la línea temporal y pierden el hilo en varios pasajes. Cuesta reconectar una y otra vez, por lo que no podemos decir que disponga de buen ritmo.
Aun a pesar de todo, Constantine: The Hellblazer hace muchas cosas bien. Hemos hablado de lo que podría desgranarse como primer arco, pues podemos diferenciar diversas historias dentro de un mismo tebeo. Además de introspeccionar la psique humana a través de la demonología, The Hellblazer interpela capítulos cortos que agregan nuevos matices y detalles. En cierto modo, dan continuidad a su prolífica carrera antes de explorar, una vez más, su ya anunciada bisexualidad.
Constantine, fuera del armario desde 1992
John Constantine fue de los primeros grandes personajes en expresar de forma táctica y sin tapujos su condición sexual: es bi. Lejos de un simple diálogo difuminado en el tiempo, el hechicero ha explorado su sexualidad de muchas maneras. En Constantine: The Hellblazer sucede lo mismo, pues el mismo personaje nos permite acompañarle en su relación con Oliver —sí, el tabernero del principio— mientras le cuenta quién es de verdad. Deja que le conozca, así que nosotros también lo hacemos. Derrumba no pocos estereotipos y muestra al personaje tal y como es, aunque aún queda trabajo por delante.
Ya sea a través de las narraciones intermedias o mediante este segundo arco, la acción se relaja. Acota el terreno de aventuras y nos sumerge en un relato mucho más tranquilo. Sin perder de vista en ningún momento la ambientación, los demonios se revelan como figuras no siempre agresivas o peligrosas. Es curioso, todo sea dicho, ya que explora terrenos pocas veces vistos en el mundo del cómic. El problema es que, una vez más, adolece de un sistema errático, ya que supone un cambio muy abrupto para con el primer arco. Es más, salvando ciertas peculiaridades y respetando la línea temporal, tal vez habría sido mejor cambiar el orden de ciertos eventos.
No soy quien para afirmarlo, pero sí que me pregunto si no habría sido mejor así. De cualquier manera, Constantine: The Hellblazer ha cumplido con mis expectativas. Sin dejar a un lado sus errores —que los tiene— está bien construido. He podido conocer a Constantine desde el principio. Sin saber quién era (más allá de efímeros recuerdos de juventud con una película que yace en el olvido) he disfrutado de sus aventuras, problemas y resoluciones. Bailando sobre una cuerda muy fina, nos demuestra que no todo es blanco y negro.
Conclusiones
Constantine: The Hellblazer es un cómic muy adulto que nos regalará buenas dosis de realidad: lejos del héroe impertérrito, John es un hombre de carne y hueso con sus necesidad y gustos. Ya sea a través de alcohol, encuentros sexuales o simple y pura violencia, el hechicero se deja seducir por sus propios deseos. Si bien es cierto que se contradice con el formato de héroe, no debe entenderse como una mecánica destructiva. Dejando a un lado ciertos pasajes menos positivos, es el reflejo de una persona «normal» en un mundo «paranormal».
Adusta por momentos, la historia se pierde en más de una ocasión en su propia narrativa; errática por momentos, no maneja bien el ritmo ni los saltos temporales. Confusa e histriónica, puede resultar problemática. Requiere de mucha atención. No por ello menos entretenida, pierde de vista el enfoque: que sea disfrutable por viejos conocidos o por caras nuevas. En su conjunto, cumple con las posibles expectativas del lector gracias a su buena edición y su aire distintivo.
Diferente y enigmática, Constantine: The Hellblazer me ha gustado en líneas generales. En conclusión: una buena lectura que recomendaría a quienes busquen algo más que héroes definidos como perfectos. Esta es una historia de magos, humanos y demonios. Sobre todo de demonios.
- Corrección: Guillermo Ruiz