
Durante años, el discurso dominante en la industria del videojuego ha orbitado en torno a las grandes producciones: títulos que ocupan 100 GB o más que solo funciona adecuadamente si tienes una SSD y una GPU de última generación, ciclos de desarrollo de varios años, presupuestos millonarios…
No obstante, mientras mirábamos a esa ventana del hiperrealismo y espectacularidad, un modelo con el que muchos de nosotros crecimos regresó. Más ágil, accesible y silenciosamente eficaz, ha ido creciendo de nuevo poco a poco hasta recordarnos que, en efecto, los juegos de navegador siguen siendo tan buenos como antes.
En realidad son mejores, y es que el auge de la tecnología les ha dado un impulso adicional. Lejos de ser una reliquia tal y como los juegos flash, los nuevos videojuegos web están viviendo una segunda juventud gracias al auge de HTML5, WebAssembly y otras tecnologías como WebGPU.

Poco a poco, estas han ido evolucionando hasta alcance un nivel rara vez visto, logrando concebir experiencias de fácil acceso sin necesidad de descarga y a un solo clic capaces de competir contra videojuegos con una producción mucho más costosa, una instalación más complicada y un acceso más complejo.
Que hayan resurgido no es casual. Responden a una necesidad real tanto por parte de muchos jugadores. Es una necesidad del mercado, así como una nueva forma de entender los videojuegos tanto para los desarrolladores como para los usuarios. Responden a una necesidad real y presentan opciones de juego entretenidas, potentes y satisfactorias.
Esto es algo que podemos ver de manera muy evidente en sitios como PlayHop, página en la que podemos encontrar muchísimos juegos que se amoldan y expresan estas características de manera más que evidente. Es un portal en el que podemos ver todo ese potencial del que os he estado hablando.
La tecnología tras los juegos web y de navegador, una plataforma unificadora
Recapitulando un poco, durante décadas se ha considerado que los juegos de navegador web ocupaban un espacio secundario en términos de rendimiento, ambición o desarrollo. Era un lugar para experiencias relativamente escuetas y no para «juegos serios». Es una idea realmente desacertada.
Es más, esa percepción ha cambiado de forma radical durante los últimos años, y no gracias a una campaña de marketing masiva. Ha sido un cambio progresivo que ha nacido mediante una convergencia paulatina y natural a través de las necesidades técnicas, económicas y creativas tanto de usuarios como de jugadores.
Esta realidad nace de un hecho muy simple: el navegador es la única plataforma verdaderamente universal. Podemos acceder a ella desde prácticamente cualquier plataforma, pues no depende de SO, no requiere de instalaciones adicionales ni impone cuotas a las desarrolladoras y usuarios por publicar o acceder.

En un mundo en donde el entorno cerrado ha ganado demasiada fuerza, y dependemos tanto de las suscripciones o los ecosistemas cerrados, el navegador se presenta como un rara avis dentro del mundo de los videojuegos. Es un espacio abierto donde la distribución es libre y los costes de entrada son ínfimos.
Esta universidad no se remite a las consideraciones más lógicas que podamos establecer. Tiene implicaciones a un nivel más técnico y profundo. A fin de cuentas, el desarrollo para navegador ya no está adscrito a las limitaciones de las plataformas anteriormente mencionadas.
El auge de HTML5 no es lo único que podemos destacar. Hay otras herramientas igualmente novedosas, como WebGL, o la emergente WebGPY, que permiten acceder a los recursos del sistema de manera sorprendentemente eficaz.
Un cambio de paradigma basado en una necesidad real
Gracias a esto, dentro del mundo de los juegos para navegador podemos encontrar títulos con físicas complejas, animaciones 3D realmente avanzadas y entornos persistentes. Todo ello de manera fluida en un entorno que no requiere de instalaciones, solo de un navegador y una ventana del mismo.

Y mientras los dispositivos se diversifican (PC, móviles, tablets, consolas portátiles con navegadores integrados, incluso televisores), el navegador se comporta como esa única interfaz común a todas ellas. Esto les da una estabilidad impropia de una industria tan voluble, haciendo de ellos un terreno fértil para quienes buscan proyectos longevos.
Un juego para navegador bien diseñado puede durar años online sin depender de actualizaciones forzadas de sistema o de compatibilidad con nuevas versiones de hardware. No las necesita, pues no depende de un SO voluble.
Además, hay un cambio de mentalidad en los propios motores de desarrollo. Unity —que durante años trató a la web como una plataforma secundaria— está reorientando sus esfuerzos hacia el navegador con más seriedad, como lo demuestra el creciente interés en WebGPU para Unity 6.
Godot, por su parte, lo hace desde su raíz open source, ofreciendo soporte robusto a través de Emscripten. Incluso Unreal, más reticente históricamente, ha empezado a mirar hacia la web con menos escepticismo. Lo que estamos viendo es el nacimiento de una nueva generación de juegos web que no se diseñan como una alternativa reducida a los juegos móviles, sino como su propia categoría.
Juegos que se benefician de lo inmediato, sí, pero que también pueden tener profundidad, comunidad y continuidad. Y lo que es más importante: juegos que entienden el navegador no como una limitación técnica, sino como un espacio de posibilidades.