
Cuando algo o alguien te invita a sellar un pacto con un demonio y descender a los abismos del infierno, sabes que no será un paseo tranquilo. Hoy, en nuestro análisis de Guards II: Chaos in Hell —desarrollado por Battlecruiser Games y publicado por HeroCraft PC— os queremos hablar de un juego que llega con la promesa de un desafío táctico envuelto en una estética pixelada que destila nostalgia.
No obstante, lo ha hecho con un giro repleto de personalidad que le permite hacer lo que más nos gusta: brillar (con sus claroscuros) con luz propia. Tras sumergirme en sus cinco reinos infernales, puedo decir que este título es una experiencia que combina estrategia cerebral con un encanto visceral, aunque no está exenta de algún que otro tropiezo.
Desde el primer momento, Guards II te sumerge en un universo inspirado en mitos oscuros de diversas culturas. Desde el desierto egipcio plagado de momias y escorpiones hasta un bosque eslavo donde la temida Baba Yaga acecha entre árboles animados, te propone visitar biomas muy diferentes los unos de los otros.
Esta diversidad de ambientaciones es bastante atractivo. Ofrece distintas premisas con un acabado bastante llamativo y un arte pixelado que equilibra lo retro con una atención al detalle sorprendente. Además, va más allá de lo meramente visual, pues es capaz de enriquecer su propia narrativa.
Análisis de Guards II: Chaos in Hell


La premisa, que arranca con un joven mago haciendo un trato con un ifrit, viene acompañada de un sistema de combate aparentemente sencillo, pronto te demuestra que es más complejo de lo que parece. Esconde una profundidad endiablada.
La mecánica central es tan directa como intrigante: cada turno, tu única acción es intercambiar la posición de dos héroes de tu escuadrón de cuatro. Tres combaten en primera línea, mientras el cuarto recupera salud en la retaguardia. Suena simple, pero cada decisión es un rompecabezas.
¿Sacrificas la posición de tu mago para proteger a un guerrero herido? ¿Cambias a tu arquero a una postura ofensiva para aprovechar su habilidad especial? Esta dinámica, que recuerda a juegos como Into the Breach por su énfasis en el posicionamiento, obliga a pensar varios pasos por delante.


La adición de posturas duales para cada héroe —como el mago que alterna entre orbes mágicos y devastadores meteoritos de fuego— aporta una capa extra de personalización y estrategia. Esto provoca que cada batalla sea una danza táctica donde un paso en falso puede costarte caro.
Dicho esto, ¿qué más nos podemos encontrar? Para empezar, cada héroe tiene un árbol de mejoras con más de 30 opciones. Esto te permite experimentar con builds que se adaptan a tu estilo de juego. ¿Quieres un tanque que absorba daño como una esponja infernal? ¿O prefieres un mago que incinere filas enteras de enemigos?
La libertad para experimentar es adictiva, y el añadido de “esencias demoníacas” —potenciadores temporales que ganas tras derrotar enemigos— le da un toque roguelike que mantiene las partidas refrescantes. Sin embargo, no todo es un descenso triunfal al inframundo.
Un desafío robusto de principio a fin


Aunque los 80 niveles del modo principal y los 80 adicionales del Hell Mode ofrecen un desafío robusto, la curva de dificultad puede sentirse inconsistente. Algunos enfrentamientos iniciales son pan comido. No obstabtem ciertos picos de dificultad en niveles intermedios pueden frustrar a jugadores menos pacientes.
Además, aunque el arte y la música —que captura a la perfección la atmósfera opresiva de cada reino— son sobresalientes, la narrativa se queda algo corta. La premisa del pacto con el demonio es evocadora, pero no se desarrolla lo suficiente como para anclar emocionalmente al jugador.
Es una lástima, porque los mimbres culturales de los que tira el juego daban para algo más ambicioso. En el plano experiencial, Guards II tiene algo que engancha. Hay una satisfacción casi primal en planificar un movimiento perfecto.


Además, las referencias mitológicas, desde el folclore eslavo hasta los espíritus nórdicos, no solo son un telón de fondo, sino que impregnan cada encuentro con una sensación de descubrimiento. En resumen, brilla por su capacidad para tomar una mecánica simple y transformarla en un desafío táctico, profundo y gratificante.
No revoluciona el género, pero está bastante refinado. Aunque la narrativa podría haber sido más ambiciosa y la curva de dificultad necesita pulirse, es una experiencia que recomendaría a cualquier amante de los juegos tácticos que busque un reto con personalidad.


- Intercambiar posiciones es simple pero tácticamente profundo, como un ajedrez infernal.
- El arte pixelado es vibrante, con animaciones fluidas y reinos llenos de detalle.
- Enemigos mitológicos como leshys o yokais dan un trasfondo cultural auténtico.
- Árboles de habilidades extensos permiten builds personalizadas y estrategias variadas.
- Esencias demoníacas añaden un toque roguelike que refresca cada partida.
- Las batallas combinan planificación estratégica con una satisfacción visceral adictiva.

- La curva de dificultad oscila entre niveles fáciles y picos frustrantes.
- La narrativa del pacto demoníaco es sugerente pero se queda superficial.
- La historia carece de profundidad para conectar emocionalmente con el jugador.
Hemos podido realizar este análisis tras recibir una clave de prensa en Game Press. Hemos utlizado imágenes de Steam al considerar que eran más adecuadas para ilustrar el presente tema.