Los juegos de simulación tienen algo único. Por mucho que a veces se repita esa idea de construir el castillo, hogar o mundo de nuestros sueños, cuando están bien hechos, enganchan. Y mucho. Personalmente, todavía recuerdo con mucho cariño las decenas de tardes que le acabé dedicando a Los Sims cuando apenas era un crío.
Lo que no me esperaba es que todo aquello me acabase conduciendo a un simulador en el que parece que estamos jugando a las casitas. Sí, me refiero a las casitas de juguete. El juego del que hoy os traemos un análisis, Twinkleby, se inspira en nuestros recuerdos de crío para ofrecernos un título, como poco, llamativo.
Con personajes tipo chibi que recuerdan ligeramente a juegos como Animal Crossing, pero con una estética más cercana al muñeco de toda la vida que a un videojuego, se presenta como un acogedor simulador de vida en el que tenemos que trazar un mapa de islas flotantes.
Así es. En lugar de centrarnos en un único emplazamiento, en Twinkleby crearemos algo así como una sociedad de viajeros en mitad de la nada. En un espacio abierto que se puede recorrer mediante barquitos flotantes, es como un mundo de simpáticos seres errantes, antigüedades y mundos en miniatura.
De ritmo cozy, no hay otro objetivo más que el de disfrutar construyendo y decorando el lugar. Mediante un sistema de progresión bastante bien medido con un tutorial muy amable con los nuevos jugadores, te invita a experimentar sin reservas, presiones ni miedos.


Todo ello mientras vas descubriendo distintos tipos de isla, cada cual con su propio estilo y clima, al tiempo en que vas ampliando tanto tu vecindario como tu selector de muebles. Lo hace sin grandes alardes, tanto para lo bueno como lo malo, con un precio de salida bastante atractivo: 16,49 euros.
Análisis de Twinkleby: un bonito juego de simulación formato diorama
Dicho esto, lo cierto es que la base del juego es bastante simple. La idea es crecer poco a poco, desbloqueando cada vez más muebles de un catálogo que empieza de manera bastante modesta. Decorar es bastante fácil y el sistema es intuitivo: arrastra, ajusta y suelta mientras eliges que color o textura buscas dentro de tu visión creativa.
Por suerte, no se queda ahí, ya que entonces sería poco más que un simulador bastante cuqui dentro del montón. No lo es. Si bien es cierto que no podemos decir que sea una revolución dentro del género, los vecinos le dan mucha vida.




Desde curiosos hasta viajeros, pasando por nuestros propios vecinos, transmiten muy buena vibra. Verles explorar tu ciudad es un placer, sobre todo porque rescata es dinámica que tanto nos gusta de AC: si les gusta, se quedarán, y traerán consigo sus cosas.
Lo malo es que en realidad su llegada no le ofrece un alto grado de personalización a la isla y aunque mola verles, y tienen su aquel, al final te acaba dando un poco igual quien se acabe convirtiendo en tu vecino. Esto le resta algo de satisfacción a tu expansión, pues pierde parte del norte.
Y aunque es cierto que los NPC a veces no tienen tanta personalidad como me gustaría, sí que tienen sus cosillas. Los hay más o menos sociables, de una progresión u otra… Y te pueden desbloquear algún que otro secreto bastante curiosón, sobre todo a nivel narrativo.
Decoración con alma: mecánicas que inspiran


Lo bueno es que la expansión hacia las nuevas islas te permite seguir enganchado a nivel de progreso debido a que sí que sientes que hay una recompensa real a tus progresos. A veces tarda un poco y el ritmo se estacan tanto en lo rápido como en lo lento, pero en general funciona bastante bien.
Todo ello mientras intentas mantener contenta a la gente para obtener recompensas. Lo bueno es que puedes tomarte las cosas con calma y no tienes un temporizador como sucede en otros juegos tipo Stardew Valley o más dedicados al día a día. Twinkleby va más a su rollo.
Y se nota cuando el juego decide tomarse las cosas con calma, ya que esperar a que alguien se muda o su felicidad suba requiere bastante paciencia en determinados momentos. Tiene, como viene siendo habitual, sus cosas buenas y sus cosas malas, mas diría que las primeras ganan de sobra a las segundas.

Sobre todo cuando sumas la dirección artística a la ecuación. En general, Twinkleby es un juego bastante bonito y que se luce a nivel visual. Eso sí, te tiene que llamar su estética, ya que de otra manera puede resultar cargante. No ha sido mi caso, pero deberías tenerlo en cuenta.
La banda sonora, por su parte, no es especialmente llamativa, pero está bien diseñada y es una buena compañera de viaje. A título personal, valoro muy positivamente que esté traducido al español. Es un esfuerzo que valoro, aprecio y destacto, ya que facilita la inmersión.
Análisis de Twinkleby: conclusiones finales
En términos de accesibilidad, brilla por su simplicidad. No hay tutoriales pesados; el juego te guía con iconos claros y opciones de zoom intuitivas, ideal para jugadores nuevos en cozy games. Para veteranos, la libertad de revisitar islas antiguas y rediseñarlas ofrece rejugabilidad.


A modo de resumen, Twinkleby es un juego muy acogedor. Se disfruta de principio a fin y tiene la capacidad de ofrecer muchas horas de entretenimiento. Es un buen cozy game de simulación y me ha dejado con un buen sabor de boca. Es bonito y resultón.
No es una revolución, pero sabe muy bien donde están sus límites y los respeta. Gracias a eso, el resultado final es incluso mejor. Mide bien qué debe y qué no debe hacer, logrando grandes resultados. Así pues, sí, Twinkleby me ha gustado y he disfrutado de la experiencia.


- La libertad para decorar sin reglas estrictas.
- Vecinos con personalidades que responden de forma viva.
- Islas temáticas que cambian con el clima y la estación.
- Sonido ambiental que se adapta al momento.
- El placer catártico de lanzar objetos al vacío.
- Progresión relajada que invita a pausas naturales.

- Ritmo lento que puede generar impaciencia en sesiones largas.
- Catálogo inicial limitado hasta desbloquear más ítems.
- Los vecinos a veces no aportan demasiado.