Este tercer tomo me ha pegado fuerte de verdad. Tanto es así que, nada más terminar su lectura, me he tenido que sentar frente al escritorio y empezar a escribir… con un nudo en el estómago. Así de intenso ha sido… y así de bueno es. Y es que no hay muchas historias capaces de hacerte sentir algo así. Y si bien es cierto que en mi reseña de Midori la cenicienta del hospital n.º 3 os estoy presentando un drama médico, lo cierto es que no creo que debamos restarle valor por eso.
Sí, entiendo que este tipo de historias siempre tienen la potestad de usar el tema de la muerte para marcarnos de una manera u otra, pero no todos lo consiguen. Curiosamente, el trabajo de Mamare Arai lo consigue porque no es eso lo que busca. No quiere provocarnos la lágrima fácil ni darnos un puñetazo con los recursos de siempre. Te llega porque es muy humana y porque eres perfectamente capaz de empatizar con Midori, la protagonista.
Es una farmacéutica que, a priori, no tiene la necesidad de involucrarse demasiado con los pacientes. Sin embargo, es muy buena en su trabajo, y lo es precisamente porque va más allá. Intenta entender al paciente y ayudarle de cualquier manera posible, aunque eso signifique salirse de su zona de confort y adentrarse en un mundo lejano. Es gracias a eso que es capaz de dejarte con un regusto agridulce. Lo disfrutas, porque sabes que es una lectura muy buena, pero te deja con un mal sabor de boca porque no es algo agradable. Como se suele decir, y perdón por la expresión, el cáncer es una mierda. Y de eso —entre otras cosas— es de las que nos habla.
Reseña de Midori la cenicienta del hospital n.º 3 | Portada, sinopsis y edición
Midori Aoi es una farmacéutica en un hospital general de Japón, donde existe la creencia errónea de que los conocimientos médicos de un farmacéutico son inferiores a los de un médico o una enfermera. Los compañeros de Midori no la toman en serio. ¿Por qué iban a hacerlo? Al fin y al cabo, es solo una farmacéutica. Midori se desvive por su trabajo y siempre está investigando para dar con la medicina adecuada para curar a los pacientes, a veces incluso saltándose los protocolos necesarios.
Colección | Midori, la cenicienta del hospital vol. 3 de 10 (en publicación) |
Autoría | Mamare Arai |
Género | Drama, slice of life |
Formato | Rústica con sobrecubierta |
Tamaño y páginas | 13 x 18 cm con 176 páginas |
Precio | 9,95 euros |
Maquetación | Futurbox Project |
Traducción | Makoto Morinaga |
Fecha de lanzamiento | 25/03/2024 |
Reseñas | Volúmenes anteriores |
No obstante, antes de continuar con este tema, me gustaría hacer un breve repaso a la edición. Sobre todo porque considero que Kitsune Manga ha hecho un gran trabajo. Aunque es cierto que hay algún que otro borde lateral que se choca con los límites físicos del manga, por lo que sientes que se corta, en general funciona bastante bien como producto. La impresión es buena, la traducción es de calidad y la maquetación responde. Hay algo de moiré, pero nada grave, así que se disfruta. Y mucho.
«El cáncer es una mierda»
Volviendo al tema que nos acontece, el cáncer es una mierda. De eso no hay duda y no necesitamos que un manga nos lo recuerde. Pese a ello, cuando una obra de estas características lo hace —y lo hace bien— no puedes evitar reforzar esa idea y darle vueltas durante unas cuantas horas. Y eso que, de buenas a primeras, parecía que el tomo iba a ir por otro camino, pues arranca con lo que parece ser una ola de gripe con reminiscencias a pandemia. Se siente, inclusive, nostálgico, pero en el mal sentido.
Te trae recuerdos desagradables, pero al mismo tiempo te engancha, puesto que está muy bien escrito y presenta narrativas muy interesantes. ¿Cómo viven los médicos este tipo de situaciones? Plantea esa pregunta, pero desde una perspectiva menos global. Es un repunte de gripe, uno relativamente habitual, pero que nos deja con una sensación extraña. Y cuando parece que va a seguir con ese tema, da un giro de 90 grados y te trae a una paciente con problemas alimenticios.
Empieza con una joven que pesa menos de 40 kilos con 13 años, algo muy poco saludable. Sin embargo, no se fuerza el vómito. Algo está causando que no sea capaz de comer… y resulta que es porque su abuelo tiene cáncer de estómago, pero no se lo han dicho. Ahí empieza una historia realmente intensa que te deja hasta sin aliento por momentos, siendo la mejor que nos ha ofrecido Midori la cenicienta del hospital hasta la fecha.
Nunca se aprende a convivir con la muerte
Es la que más engancha y con la que más conectas, hayas vivido algo así o no. Seguramente se deba a que, además de que maneja un tema muy complejo, es la más larga con diferencia. Ocupa casi todo el tomo, siendo este el motivo por el cual terminas conectando de verdad con todos sus secundarios, tanto la nieta que no sabe cómo sobrellevar la pérdida, como la del padre e hijo que es incapaz de encontrar el mejor camino para ayudar tanto a su niña del alma como al hombre que le dio la vida. Algo que se recrudece todavía más cuando te enteras de que la madre murió de cáncer.
La situación es muy compleja, pues Midori se enfrenta a una problemática inédita para ella. Su especialidad es la pediatría y, para suerte de muchos, su hospital lleva mucho tiempo sin sufrir la pérdida de un infante. Es por esto mismo que es la primera vez que se enfrenta tan de cerca a la muerte, pues el cáncer es terminal y ya no tiene remedio. No hay forma de volver atrás, pues el paciente es demasiado mayor. O lo que es lo mismo, operarse tiene tantos riesgos que resulta hasta desaconsejable.
Es ahí cuando vemos el lado más humano tanto de Midori como de sus compañeros. ¿Cómo debe enfrentar uno a la muerte cuando esta es tan real? Desde la perspectiva de un médico, gira a otra dinámica, pues este no deja de preguntarse si podría o puede hacer algo más por su paciente. La muerte es algo que todos tememos, pero la afrontamos de maneras muy diferentes. Este volumen aborda esa cuestión, y lo hace de manera extremadamente adictiva. No puedes parar de leer… aunque eso te deje con mal cuerpo.
Reseña de Midori la cenicienta del hospital n.º 3 | Conclusiones
Todo esto me ha provocado que sienta un renacido interés por la obra. De antemano, me gustaba, pero ahora me ha dejado con más ganas que nunca de más. Mamare Ai saca todo su potencial como narradora en esta historia y te demuestra que es capaz de manejar muy bien el drama, aunque sea desde un foco diferente al habitual. No se sufre igual al no ser un familiar o un ser querido cercano, pero duele igualmente. Y esto es algo que vemos desde la mirada de Midori, una joven que, pese a todo, no tiene tanta experiencia en el hospital.
Por eso duele y por eso gusta tanto. Por eso y porque la narrativa sube de nivel, y mucho, durante esta entrega. Seguramente, sea un tema algo pasajero, pues la dinámica habitual del manga no es esta. De hecho, no creo que fuese lo mejor, porque no es lo que buscas con esta lectura. Sin embargo, sí que le sienta bien cuando llega en pequeñas dosis cada cierto tiempo. Ese pensamiento ha hecho que valore todavía más esta historia, queriendo descubrir que más nos ha preparado la autora donde todos estos años. Vaya, que me ha dejado con mucha curiosidad, siendo esta la mejor conclusión que —en realidad— os puedo ofrecer.
- La premisa es original e interesante. Aunque ya hemos visto otros mangas sobre medicina, es el primero desde la perspectiva de una farmacéutica.
- El dibujo es limpio y agradable. Los trazos son bonitos y el manga es llamativo.
- La traducción es de gran calidad.
- Midori Ai, la protagonista, tiene mucho carisma y es muy expresiva. Sabe ser sería y graciosa cuando toca.
- Tiene potencial de cara al futuro y empieza con buen pie. El desarrollo de sus personajes, principales y secundarios, puede se run punto fuerte.
- La edición tiene un poco de moiré.
- Se nota que la autora es novel, pues tiene algunos fallos en cómo organiza algunos paneles, fondos, etc.