Hay obras que llegan en el momento justo y te pillan con la guardia baja, como si el universo conspirara para que las descubras. Shiki: Cuatro estaciones en Japón, el debut de Rosalie Stroesser, es una de esas. Publicada en España por Salamandra Graphic hace poco más de un mes, se define como novela gráfica autobiográfica.
A título personal, os puedo adelantar que me ha dejado con esa sensación agridulce, pero no en el mal sentido. Es tan cercana en muchos momentos que sientes sus alegrías y pesares como tuyos. Y tiene mucho mérito. Stroesser, una ilustradora franco-suiza formada en París y con un amor declarado por los mangas de los setenta,visitó Japón hace años.
No viajó como turista cualesquiera, sino que lo hizo con la idea de sumergirse un año entero en lo que parecía un país de ensueño. Luego, lo inmortalizó en su obra para recordarnos que la realidad y la fantasía que se forman en nuestra mente rara vez coinciden.

Es tan común que hasta tiene nombre: Síndrome de París, un trastorno psicológico transitorio que se da en algunos turistas que, cuando viajan a París, padecen grandes desilusiones, sentimientos de persecución, desrealización, despersonalización, ansiedad, taquicardias y/o alucinaciones por culpa del choque extremo que pueden llegar a parecer.
Hasta cierto punto, Shiki. Cuatro estaciones en Japón me recuerda un poco a todo esto, aunque de manera no tan bestia. Lo que empieza como un cuaderno de impresiones poéticas termina convirtiéndose en un espejo roto en pedazos por culpa de las expectativas rotas.
Reseña de Shiki; Cuatro estaciones en Japón | Portada, sinopsis y edición

Rosalie, una joven apasionada del manga de los años setenta, vuela a Japón. No sabe muy bien qué encontrará, pero imagina que, sobre todo, belleza. Con el paso de las estaciones, su visión idealizada de Japón va evolucionando. Sin embargo, y aunque herida por la violencia que sufre en una sociedad patriarcal, Rosalie sigue cautivada por este país.
Basada en hechos reales y con el eco de las leyendas japonesas de fondo, Rosalie nos comparte en esta obra su recorrido por el país. Cada una de estas páginas nos asoma al Japón contemporáneo, tan lleno de claroscuros y que tanta atracción acumula. «¿Cómo puedo explicar esta relación particular, llena de contradicciones, que desarrollé con Japón? ¿Esta mezcla incoherente de atracción y rechazo?».
| Colección | Shiki. Cuatro estaciones en Japón (volumen único) |
| Autoría | Rosalie Stroesser |
| Género | Autobiográfico |
| Formato | Tapa blanca con solapas |
| Tamaño y páginas | 17,2 x 23 cm con 256 páginas en b/n con insertos a color |
| Precio | 27,95 € |
| Traducción | Regina López Muñoz |
| Fecha de lanzamiento | 10 de septiembre del 25 |
Dicho esto, y antes de proseguir, me gustaría hablaros un poquito de la edición. Para empezar, os diré que me marcho de esta lectura con la sensación de que Salamandra ha sido bastante cuidadosa con los detalles. En general, Shiki es una novela gráfica construida con materiales de calidad.
Tanto el papel como la propia impresión son buenas, la maquetación responde a nuestras expectativas y sus no tan habituales insertos a color le dan un punto extra. Es un volumen bien estructurado de principio a fin que no desmerece a la historia que le acompaña.
Estaciones que marcan el pulso de un desengaño sereno

Habiendo aclarado este punto, me gustaría hablaros con más propiedad de la novela. De buenas a primeras, diría que es un debut bastante robusto para una autora que —hasta donde sé— no ha escrito nada con anterioridad. Es su debut y la verdad es que para ser su primer trabajo es bastante bueno.
Lo defino como un «debut rotundo» debido a que escribe sin tapujos y sin filtros. No es explícito, pero no se corta en mostrarnos su interior. A veces, eso sí, le cuesta condensar esa información, dando lugar a fragmentos con un ritmo un tanto errático que tal vez no avanzan con suficiente velocidad.
No obstante, también es verdad que esos pasajes en los que se toma más tiempo también tienen su encanto, ya que es una manera de entender ese mundo con el que tantos soñamos con una mirada que busca expresar la realidad. ¿Lo es? Depende, pues esta depende de los ojos de cada uno. Lo que sí puedo decir es que es un relato sincero.




Nos muestra sus desilusiones (no diré cómo ni por qué, pues no quiero estropearos la sorpresa con spoilers) mientras ahonda en aquello que sí le gusta y lo que no. Revela lo cotidiano, lo rutinario y lo no tan bonito de un país que, aun con todo, no pierde su encanto.
Es una novela gráfica que busca disipar la bruma de fantasía que se crea en torno a países como Japón, su protagonista, debido a la mítica que siempre les rodea. Tantos de nosotros hemos soñado con tanta fuerza con ir que es hasta imposible que cumpla con nuestras expectativas.
Japón: mito vs. realidad
He ahí el encanto el encanto de Shiki. Es un viaje introspectivo y personal con forma de autobiografía que nos muestra el contraste de euforia vs. realidad. Es como si la autora nos tendiese un puente entre el mundo real y la fantasía mediante un trayecto no lineal con mucho sentimiento.

Bien acompañado de un dibujo tal vez no tan llamativo como el de los mangas a los que muchos acostumbrados, relata con dureza el recorrido. Su trazo es expresivo y natural, aunque a veces cuesta un poco seguirle el ritmo. Hay secciones en los que no es tan claro, mas no es nada del otro mundo.
Visualmente, el conjunto respira minimalismo. Es un estilo sin grandes alardes, con un carácter muy europeo; recuerda al estilo de otros grandes artistas independientes del Viejo Continente, con dejes de la magia propia de un artista del país del Sol Naciente. Es una mezcla curiosa, la verdad.
En general, el nivel de Shiki es bastante alto y la mayoría de contratiempos que podamos encontrar son poco más que baches en el camino. Nunca hay nada que te impida seguir disfrutando de una lectura bastante notable, aunque para públicos tal vez más concretos.

Si no te atrae esa idea del viaje introspectivo, tal vez Cuatro estaciones en Japón no sea para ti. Pese a ello, sí que te recomendaría que le eches un ojo, pues considero que merece bastante la pena. Volviendo al tema que nos acontece, ¿qué más podemos esperar de Shiki?
Un viaje de cuatro estaciones
La estructura, organizada en cuatro estaciones, es un acierto que da ritmo natural a la narración. El otoño arranca con esa idealización pura: calles empedradas bajo hojas rojizas, templos que parecen sacados de un sueño… Rosalie dibuja con una delicadeza que evoca al propio manga, pero con las primeras grietas en su idilio.
A medida que progresa, la ruptura es cada vez evidente, dando lugar a una historia que evoluciona de manera elocuente, coherente, orgánica, natural y atractiva. Poco a poco, Stroesser traza un relato de soledades con mucha fuerza. Sin adornos ni autocompasión, es cada vez más abierta.

Es una lectura, eso sí, algo lenta. Y no lo digo en el mal sentido. Lejos del frenetismo de otras historias que apuestan por un deje más directo, Cuatro estaciones en Japón es más pausada. Tanto para lo bueno como para lo malo, se toma su tiempo.
En cualquier caso, su núcleo sigue siendo el mismo: la tensión entre lo soñado y lo tangible. Rosalie, como extranjera, cartografía un Japón repleto de dualidades: la pulcritud urbana contra la aspereza rural, la cortesía aparente frente a barreras invisibles. Es un ejercicio de empatía hacia lo ajeno.
Evoca ecos de diarios como Persépolis, pero con un flujo más errático. Las divagaciones, lejos de distraer, inyectan autenticidad, convirtiendo el libro en un compañero de reflexiones. No pretende resolver; invita a cuestionar.
Reseña de Shiki: Cuatro estaciones en Japón, conclusiones: un ciclo que invita a repetir

El ritmo, deliberadamente reposado, refleja esa búsqueda de sentido en lo efímero. Podría acelerarse en transiciones, pero esa lentitud premeditada amplifica el impacto de cada estación. Que guste o no depende de cada uno, pues es una cuestión de estilos y preferencias.
A título personal, me ha gustado. Me ha dejado con buenas sensaciones. No es el tipo de lectura al que suelo enfrentarme, y tengo sentimientos encontrados, pero el regusto final es positivo. Si me preguntáis, sí, diría que este viaje ha merecido la pena.
Es más, como tengo pensado viajar algún día a Japón, ahora lo hago incluso con más curiosidad, pues no puedo evitar tener (con la lectura todavía muy reciente) genuino interés en comparar miradas aunque sea de soslayo. Stroesser no pinta edulcorado; dibuja un mosaico donde la belleza convive con lo áspero.
Se aleja del filtro de Instagram y las redes sociales, que pintan todo relato como una fantasía, y nos trae el foco de manera de manera realista. Es una lectura macerada a ritmo lento. Es un relato maduro, realista e intimista que invita a reflexionar.
No carece de asperezas —como esos fragmentos que a veces se ralentizan demasiado de los que ya os he hablado—, pero sigue siendo una buena lectura. Es una novela gráfica interesante que no sobra en mi estantería. En resumen, ha sido una lectura interesante.


- El marco estacional crea un ritmo cíclico y envolvente.
- Estilo gráfico minimalista que prioriza emoción sobre ornamento.
- Integración armónica de mitos en el flujo autobiográfico.
- Edición cuidada que eleva la experiencia táctil.
- Exploración honesta del vaivén entre encanto y aspereza cultural.

- Transiciones entre estaciones podrían fluir con mayor ligereza.
- El ritmo pausado exige entrega total al lector distraído.