Os traemos nuestro análisis de Dear me, I was... una aventura narrativa cargada de emociones y muchísimo arte.
Hay ocasiones, en las que un videojuego no necesita una jugabilidad profunda para transmitir emociones, de hecho, puede que no necesite ni usar palabras. Este es el caso de Dear me, I was… lo último de Taisuke Kanasaki, director de Hotel Dusk y Another Code.
Y es que si necesitamos alguna prueba de algunos videojuegos son puro arte, aquí la tenemos. En rara ocasión encontramos títulos que emocionen tanto con tan poco, donde lo único que hace excepcional, es mostrarnos el paso de los años en una vida desestructurada.
De hecho, es justo lo que pretende, hacer que nos emocionemos con escenas cotidianas, pero cargadas de sentimientos. Preparos para el último gran exclusivo de Nintendo Switch 2, que llega en formato digital y a un precio de lo más especial.
Narrativa que te deja sin palabras: análisis de Dear me, I was…

La propuesta del juego es simple, representa el paso de los años en una chica japonesa marcada por un suceso traumático a su edad más tierna. Y es que, sin darse apenas cuenta, la perdida de su padre le alejan de muchas personas importantes en su vida, y quizás, en un futuro ya sea demasiado tarde para remediarlo.
Así pues, Dear me, I was… es un viaje por toda una vida. Estamos ante una narrativa que expresa emociones y sentimientos sin necesidad de diálogos, por lo que en efecto, estamos ante un título mudo. Además, esta experiencia puede completarse en poco menos de una hora, por lo que, una vez más alabamos la capacidad tan grande de este estudio para hacer que nos emocionemos en tan poco tiempo.
Para ello, se vale de una de las armas más potentes que existe, el arte y la música. La banda sonora acompaña durante todo este viaje, siendo un elemento más de la aventura. Y es que aunque se vale de un instrumental sencillo, principalmente piano, transmite tanto como en la banda sonora más compleja.
Por último, también queremos destacar el uso de colores tan extraordinario que hace el juego. Estos van en mayor o menor grado acorde al estado emocional de la protagonista. De este modo, llegamos a sentirnos más identificados con ella, y sabemos cuando su estado anímico decae en cuestión de milésimas. Sin duda un elemento que hace al juego más inmersivo, pero también más precioso en lo audiovisual.
Jugabilidad excesivamente sencilla

Quizás el mayor inconveniente del juego, es algo que usa como carta blanca. Y es que el estudio ha buscado que nada irrumpa en la narrativa, ni siquiera la misma jugabilidad. Por eso, durante la casi hora que dura el juego, apenas hay elementos jugables, que se resumen además en tareas muy sencillas.
Para no estropear nada no vamos a entrar en detalles. Pero en la mayoría de las ocasiones se reduce a seleccionar elementos de la pantalla algo que, aunque seas ajeno al mundo de los videojuegos sabrás hacer sin problemas. El caso es, que han buscado crear una experiencia tan inmersiva, que podemos pasarnos el juego sin pulsar botones. Y es que también se puede usar el panel táctil de la consola, buscando crear un resultado más orgánico que no irrumpa en el argumento.
Honestamente, creemos que este estilo jugable está justificado por su enfoque en la narrativa. Aunque no hay que olvidar que estamos ante un videojuego y no una película. De haber tenido una jugabilidad algo más elaborada o extendida, la aventura sería más larga y estaría más justificada. Aún así, estamos encantados con el desarrollo de la aventura, porque cumple lo que quiere, transmitir.
Conclusiones finales


Dear me, I was… es una aventura sencilla, pero narrativamente llevaba de un modo sobresaliente y único. La expresión de los personajes, la banda sonora y el arte del juego crean un sincronización permanente que acompaña durante la hora que dura esta experiencia.
Si bien es cierto, quienes busquen algo más parecido a una aventura narrativa echarán de menos más elementos jugables, o más elaborados. Pero es que hasta en su apartado más sencillo, el juego es honesto y atrapa sin dejarnos apartar la mirada de la pantalla, ya sea por su excelente apartado audiovisual o todo lo que transmite.
En definitiva, la prueba viviente de que un juego no tiene que ser de proporciones épicas para ser una obra maestra.


- Su apartado audiovisual, atrapa.
- Como emociona la historia sin necesidad de palabras.

- Ojalá durara más.
- Las mecánicas jugables, escasas y extremadamente sencillas.